Ginés Marín y El Potito,
juventud y flamenco se dieron la mano en la Fundación Cajasol
Los Mano a mano de la Fundación
Cajasol volvieron a llenar en su edición número 51
El matador de toros Ginés Marín
y el cantaor El Potito protagonizaron anoche una nueva edición de los Mano a
Mano de la Fundación Cajasol, en concreto la número 51 de estos encuentros
culturales que se celebran en Sevilla desde 2007.
Esta cita ha abordado de nuevo
la relación entre el toreo y el flamenco como tema central, aunque en ella se
ahondó también en las trayectorias de Ginés Marín y El Potito, comprobándose
que existen muchos y fuertes lazos entre ambas disciplinas. El encuentro fue
conducido por el director de ‘Toromedia’, José Enrique Moreno.
Y es que el toro y el flamenco
ya han servido de habitual hilo conductor de estos encuentros que, en su última
edición, salvaron el frío meteorológico con su contrastado poder de
convocatoria, llenando el Teatro Cajasol. La admiración de Ginés Marín por la
trayectoria de El Potito, de alguna manera, fue el germen de este nuevo
encuentro que suponía la octava ocasión en la que se fusionaban ambas artes
sobre el escenario de la Fundación Cajasol.
Y fue Marín el encargado de
abrir fuego evocando sus primeros compases en la profesión. Sólo han pasado
seis años entre su debut sin picadores y su irrupción en la primera fila del
toreo, apuntó el moderador. “Cuando te metes en la vorágine de la profesión no
lo ves tan rápido; te da la sensación de todo podría ir más aprisa”, reveló el
joven matador nacido en Jerez.
“Es que el toreo y el flamenco
siempre han ido de la mano”, replicó El Potito, aludiendo a algunos nexos
comunes. “Camarón quiso torear pero vio mejor camino a través del cante”. Un
cante que es el hilo sonoro de la trayectoria del joven matador. “El flamenco
me gusta, lo disfruto y en los momentos malos me sirve de consuelo y en los
buenos de disfrute”, señaló Marín, reconociendo que las horas de viaje de plaza
en plaza son acompañadas de esa banda sonora. “También lo oigo toreando de
salón; sin darnos cuenta, la música está presente en nuestra vida y ver las
cosas sin sonido y sin compás es verlas desde otra perspectiva distinta”,
apuntó.
“Cuando el toro entra en la
muleta es como un cante por bulerías”, apuntó El Potito. En ese punto saltó un
concepto común al toreo y el flamenco: el compás y el ritmo. “Se pueden hacer
las cosas muy bonitas pero si no tienes ritmo es como una casa sin cimientos”,
prosiguió el cantaor añadiendo que “es como un toro al que tienes que saber
dónde lo citas y dónde lo paras”. Marín entró al quite: “El compás tiene que
estar presente en cada muletazo. No sólo la faena necesita ese ritmo; cada toro
te pide uno distinto y uno debe saber acoplarse a lo que te pide en cada
momento”.
A partir de ahí surgieron otras
dudas, otros conceptos. ¿Qué es el temple?, preguntó José Enrique Moreno. “El
temple es pararte en los cantes y depende de cómo salgas al escenario”, terció
el cantaor. “Es saber estar en una plaza”, remachó El Potito que, como Marín,
es de vocación precoz. “Yo me rodeaba de los viejos y siempre he estado con
gente de más edad”, prosiguió el artista. “Decían que cantabas como una persona
mayor”, insistió el moderador.
“El primer contrato lo firmé en
una servilleta de papel”, recordó El Potito poniendo nombre a otras figuras del
cante… “Le debo mucho a Camarón; fue el que me presentó a Pepe de Lucía y a
partir de ahí se encaminó mi carrera”. “Cuando empiezas en el toro siempre
estás rodeado de gente más mayor”, añadió Ginés, un torero de Jerez recriado y
formado taurinamente en Extremadura. “La escuela de Badajoz me aportó mucho,
cada uno saca su propia personalidad pero es importante que los maestros sepan
enseñarte las bases”, recordó el torero, poniendo en valor el papel de estos
centros formativos en los que, a su juicio, “se da una educación taurina que va
más allá de ser matador de toros y te permite ir por la vida de una manera
distinta”.
En ese punto salió a la
palestra un concepto fundamental: el del respeto. “Es la base fundamental; lo
primero que te enseñan”, recalcó el joven torero que reconoció esas zonas de
duda en la que se mueven todos los artistas. “En el momento en el que no salen
las cosas te preguntas si estás siguiendo el camino correcto; uno no puede
llegar a lo más alto imitando a nadie, tienes que defender tu propio concepto”.
“Hay que sentirse a gusto con
lo que Dios te ha dado; el que lo tiene lo sabe”, añadió El Potito. “Antes de
salir a hombros en Madrid había toreado en Sevilla pero las cosas no habían salido como
esperaba. En todo ese tiempo pensaba si era capaz de cuajar un toro en una
plaza importante. Tiraba de memoria y no encontraba ninguno, me entraban dudas
pero ese día en Madrid lo logré y pude abrir la puerta grande”, completó el
torero.
“Yo iba a los estudios de
grabación siendo sólo un niño y no asimilaba lo que tenía a mi alrededor”,
señaló El Potito precisando que “el éxito puede masticarse mejor con un poco de
madurez. Tener a Paco de Lucía al lado es lo más grande y, ahora, Vicente Amigo
es uno de los artistas y las personas más importantes”, en alusión a su último
trabajo discográfico.
“Camarón tuvo la varita mágica
para absorber todo lo que se había hecho, poniendo la guinda del pastel de todo
lo que se había hecho durante cien años; ha aportado muchas cosas al flamenco y
por eso se canta hoy de esa manera”, señaló El Potito. Pero en el toreo también
ha habido otros revolucionarios. Marín apuntó dos, y los dos de Córdoba:
Manolete y El Cordobés. Pero la noche iba a dar para más, volviendo a sumar lo
mejor del toro y el flamenco sobre el escenario de la Fundación Cajasol.
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