miércoles, 16 de enero de 2019

Ginés Marín y El Potito, juventud y flamenco en Cajasol


Ginés Marín y El Potito, juventud y flamenco se dieron la mano en la Fundación Cajasol
Los Mano a mano de la Fundación Cajasol volvieron a llenar en su edición número 51
El matador de toros Ginés Marín y el cantaor El Potito protagonizaron anoche una nueva edición de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol, en concreto la número 51 de estos encuentros culturales que se celebran en Sevilla desde 2007.

Esta cita ha abordado de nuevo la relación entre el toreo y el flamenco como tema central, aunque en ella se ahondó también en las trayectorias de Ginés Marín y El Potito, comprobándose que existen muchos y fuertes lazos entre ambas disciplinas. El encuentro fue conducido por el director de ‘Toromedia’, José Enrique Moreno.


Y es que el toro y el flamenco ya han servido de habitual hilo conductor de estos encuentros que, en su última edición, salvaron el frío meteorológico con su contrastado poder de convocatoria, llenando el Teatro Cajasol. La admiración de Ginés Marín por la trayectoria de El Potito, de alguna manera, fue el germen de este nuevo encuentro que suponía la octava ocasión en la que se fusionaban ambas artes sobre el escenario de la Fundación Cajasol.

Y fue Marín el encargado de abrir fuego evocando sus primeros compases en la profesión. Sólo han pasado seis años entre su debut sin picadores y su irrupción en la primera fila del toreo, apuntó el moderador. “Cuando te metes en la vorágine de la profesión no lo ves tan rápido; te da la sensación de todo podría ir más aprisa”, reveló el joven matador nacido en Jerez.
“Es que el toreo y el flamenco siempre han ido de la mano”, replicó El Potito, aludiendo a algunos nexos comunes. “Camarón quiso torear pero vio mejor camino a través del cante”. Un cante que es el hilo sonoro de la trayectoria del joven matador. “El flamenco me gusta, lo disfruto y en los momentos malos me sirve de consuelo y en los buenos de disfrute”, señaló Marín, reconociendo que las horas de viaje de plaza en plaza son acompañadas de esa banda sonora. “También lo oigo toreando de salón; sin darnos cuenta, la música está presente en nuestra vida y ver las cosas sin sonido y sin compás es verlas desde otra perspectiva distinta”, apuntó.
“Cuando el toro entra en la muleta es como un cante por bulerías”, apuntó El Potito. En ese punto saltó un concepto común al toreo y el flamenco: el compás y el ritmo. “Se pueden hacer las cosas muy bonitas pero si no tienes ritmo es como una casa sin cimientos”, prosiguió el cantaor añadiendo que “es como un toro al que tienes que saber dónde lo citas y dónde lo paras”. Marín entró al quite: “El compás tiene que estar presente en cada muletazo. No sólo la faena necesita ese ritmo; cada toro te pide uno distinto y uno debe saber acoplarse a lo que te pide en cada momento”.
A partir de ahí surgieron otras dudas, otros conceptos. ¿Qué es el temple?, preguntó José Enrique Moreno. “El temple es pararte en los cantes y depende de cómo salgas al escenario”, terció el cantaor. “Es saber estar en una plaza”, remachó El Potito que, como Marín, es de vocación precoz. “Yo me rodeaba de los viejos y siempre he estado con gente de más edad”, prosiguió el artista. “Decían que cantabas como una persona mayor”, insistió el moderador.
“El primer contrato lo firmé en una servilleta de papel”, recordó El Potito poniendo nombre a otras figuras del cante… “Le debo mucho a Camarón; fue el que me presentó a Pepe de Lucía y a partir de ahí se encaminó mi carrera”. “Cuando empiezas en el toro siempre estás rodeado de gente más mayor”, añadió Ginés, un torero de Jerez recriado y formado taurinamente en Extremadura. “La escuela de Badajoz me aportó mucho, cada uno saca su propia personalidad pero es importante que los maestros sepan enseñarte las bases”, recordó el torero, poniendo en valor el papel de estos centros formativos en los que, a su juicio, “se da una educación taurina que va más allá de ser matador de toros y te permite ir por la vida de una manera distinta”.
En ese punto salió a la palestra un concepto fundamental: el del respeto. “Es la base fundamental; lo primero que te enseñan”, recalcó el joven torero que reconoció esas zonas de duda en la que se mueven todos los artistas. “En el momento en el que no salen las cosas te preguntas si estás siguiendo el camino correcto; uno no puede llegar a lo más alto imitando a nadie, tienes que defender tu propio concepto”.
“Hay que sentirse a gusto con lo que Dios te ha dado; el que lo tiene lo sabe”, añadió El Potito. “Antes de salir a hombros en Madrid había toreado en Sevilla  pero las cosas no habían salido como esperaba. En todo ese tiempo pensaba si era capaz de cuajar un toro en una plaza importante. Tiraba de memoria y no encontraba ninguno, me entraban dudas pero ese día en Madrid lo logré y pude abrir la puerta grande”, completó el torero.
“Yo iba a los estudios de grabación siendo sólo un niño y no asimilaba lo que tenía a mi alrededor”, señaló El Potito precisando que “el éxito puede masticarse mejor con un poco de madurez. Tener a Paco de Lucía al lado es lo más grande y, ahora, Vicente Amigo es uno de los artistas y las personas más importantes”, en alusión a su último trabajo discográfico.
“Camarón tuvo la varita mágica para absorber todo lo que se había hecho, poniendo la guinda del pastel de todo lo que se había hecho durante cien años; ha aportado muchas cosas al flamenco y por eso se canta hoy de esa manera”, señaló El Potito. Pero en el toreo también ha habido otros revolucionarios. Marín apuntó dos, y los dos de Córdoba: Manolete y El Cordobés. Pero la noche iba a dar para más, volviendo a sumar lo mejor del toro y el flamenco sobre el escenario de la Fundación Cajasol.

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