
Una vez instalado en la capital
de España comenzó a mascar la idea de hacerse torero para seguir los pasos de
su tío Vicente Brines, que por esos
años era novillero. Tardó poco en tomar la decisión y con once años decidió
echarse a las capeas con el apodo de "El
Maletilla de Oro".
“La
decisión no fue fácil de tomar (señala Abellán) pero en casa no se lo tomaron a
mal, y mi padre firmó el permiso con el que poder viajar y torear por los
pueblos. Me recorrí, las provincias de Salamanca, Zamora, Guadalajara, Toledo,
Madrid...”, continua “En una de estas capeas conocí a Benito Gómez, que se convirtió en el único apoderado que tuve”. Y añade “Este contacto me posibilitó
entrar en la oportunidad de Vistalegre”.
La plaza de Carabanchel se
convirtió en 1972 en un gran trampolín. “Y
tanto (ratifica Miguel) porque desde que toreé la primera tarde hasta diciembre
de ese año llegué a torear 12 tardes. El Santi, Palomo II y yo teníamos ese año
un ambientazo en la chata. ¡Y eso que
mataba regular! Bueno casi nunca, pero la facilidad que tenía con el capote
y con la muleta volvía locos a los aficionados, pero luego lo echaba todo a
perder cuando cogía la espada. ¡No había manera!”.
A pesar de ello, aquel
"Maletilla de Oro" siguió toreando no sólo en Vistalegre sino en
muchas otras plazas. "En Las Ventas me estrené con picadores en
1975 y hasta que me hice banderillero llegué a torear siete novilladas en las
Ventas. Tras el estreno en Madrid seguí alternando las novilladas con y sin
picadores, algo que era más o menos habitual por aquellos años. Con caballos toreé unas ochenta, y quinientas demás otras. Ten
en cuenta que comencé con 12 años y estuve de novillero hasta los 31"
explica.
Pero la cuerda no dio para más.
Y recién inaugurada la década de los ochenta cambió definitivamente el oro por
la plata. La primera colocación le llegó de la mano del por entonces novillero Juan Rivera. "Juan tuvo mucho ambiente y con él toreé la primera vez de
banderillero. Me mantuve en su cuadrilla más tiempo, hasta que me llamó Pepín Jiménez. El cambio profesional se
me dio muy bien. La veía muy claro con el capote y disfrutaba mucho. Y eso no
pasó desapercibido para los profesionales. De hecho Ortega Cano y Yiyo ya se
habían fijado en mi...” Pero ocurrió la
desgracia. Esa desgracia no fue otra que la sucedida en Valencia el 21 de julio de 1985, cuando
un toro le infirió cinco cornadas en la
pierna derecha con la mala fortuna de provocarle una gangrena gaseosa. "Ese gravísimo contratiempo me costó la
pierna (finaliza Abellán) la complicación llegó al día siguiente, pero en la
enfermería me salvaron la vida el doctor Mir y su equipo. La recuperación fue
muy lenta y dura de superar, pero al poquito tiempo mi hijo Miguel me dijo que
quería ser torero...” y la historia continuó.
Miguel Abellán padre. "El
Maletilla de Oro".
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