sábado, 8 de noviembre de 2014

¿Faltos de genios?. por Paco Pérez.

FIRMA POR FRANCISCO PÉREZ.

Ahora que tanto se habla de Rafael de Paula y su locura, algunos aficionados acusan de no enjuiciar su persona porque posiblemente esté enfermo. También así se habló de Dalí. Otro genio que buscaba su propia paranoia, exhibición, excentricidad y dar juego ante el público.

Este pasado verano en la feria de Málaga, nuestro querido Paula tuvo un detalle de estos que cito anteriormente. Aquí sale a la palestra otra vez la polémica opinión. Una vez finalizada la corrida, donde toreaba Morante y al cual Rafael fue acompañando, lo lógico y normal, era salir por el callejón, pero en esta ocasión su deseo fue salir en línea recta pisando el ruedo y una vez llegado a los medios, ante el poco público que quedaba en la plaza desalojando su localidad, deleitarle con un ramillete de figurados  pases toreros en los cuales lo acompasaba con su mano derecha y el gentío aplaudiendo su torería. 

Los toreros artistas siempre han estado muy ligados a eso de ser bohemios y llenos de fantasía, entre ellos Paula quiere llevarse el gato al agua, haciendo gestos y maneras que salen por la tangente de lo normal, aunque en determinadas ocasiones no hiciera falta ver tanta sombra de Dalí.

Recientes declaraciones de Morante, otro que tal baila, dice que “la mente no es buena para el alma”. Afirma abiertamente que no es muy hablador y que se pierde en formas místicas. Dentro de sus pensamientos por ser otro genio busca la forma en cada momento, siendo estrafalaria  su ropa como forma de expresión. ¿Quizás más sombra de Dalí? ¿Es necesario?.

José Antonio reconoce que la sociedad está cambiando y así reclaman que el toreo debe cambiar. Asume el de la Puebla que deben de estar más en contacto con el aficionado y mostrarse con más fuerza fuera de la plaza. De hecho este año en su Tour hizo actividades paralelas en el autobús-exposición que llevaba a todas la ciudades donde toreaba.

Últimamente está cogiendo fuerza, que ya es un paso hacia delante, la propuesta que en algunos casos ya es real, de las ruedas de prensa de los toreros para conocer sus pensamientos. En la feria de San Miguel en Sevilla, habló Manuel Escribano de sus sensaciones el mismo día que toreaba en el coso del Baratillo y así lo solicitan los medios de comunicación para entender mucho mejor a los genios de esta profesión.

Alejado de ese mundo vive José Tomas que no habla con nadie. Todo un universo de misterio el que rodea al de Galapagar. Aunque algo de responsabilidad siente y así lo declará; “Cuando me retiré temporalmente y me pedían que volviera, me reconfortaba. Pero no me empuja. Lo que me presiona soy yo mismo. Últimamente, sobre todo siento que algo de mi espíritu pasa hambre. Esa hambre la tengo que alimentar ahora. Necesito torear de salón todos los días y volver a los ruedos.”

Para finalizar, dejo en el aire  una metáfora aplicable a la tauromaquia, que ocurrió con Dalí en la primera exposición surrealista de Londres. Y, haciendo honor a su reputación, apareció haciendo uno de sus numeritos: luciendo un traje de buzo. El genio comenzó a dar su conferencia ataviado de esta guisa… hasta que le empezó a faltar el oxígeno: la escafandra estaba cerrada y no le llegaba el aire. Al borde de la asfixia, los asistentes consiguieron retirar el casco y salvarle. No lo hicieron inmediatamente porque pensaron que sus aspavientos y movimientos de manos formaban parte del espectáculo, por lo que cuanto más sofocado y más gesticulaba el genio, más fuerte se reían todos. El público se confundió con lo que podría haber sido una tragedia para el artista.


Leyendas que pasaran a la historia como Curro Romero y el recientemente fallecido José Mari Manzanares, que no necesitaron nada más de su elegancia para demostrar su genialidad. Pureza en el alma que a modo de pinceladas eternas dieron todo su esplendor en la Tauromaquia. Porque el artista debe saber que está bañado por la brocha de Dios y con ello no descuidar o desencaminar su autenticidad. Buscar nuevos caminos es la ley del genio, pero no perderse en ellos sin necesidad, sabiendo que su obra como legado puede perder su sello. Quiero sentir el vértigo perdido de aquello que era distinguido y selecto con sus pequeñas gotas de magia y duende, para que el toreo se siga alimentando de esos toreros con garbo que buscaban la originalidad.

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