Ante las desafortunadas y
rocambolescas declaraciones que mi padre, Rafael
Soto Moreno, ha emitido en una entrevista realizada por Francisco
Orgambides, veo de justicia moral expresar mis pensamientos.
Esa entrevista jamás
debió salir a la luz, pues, tanto a ojos de Dios y del demonio, no
era momento ni estado personal psicológico para sentarse a hablar a cuenta de
qué y por qué. No es mi voluntad, por otro lado, contradecir tales
declaraciones, pues eso es sólo y exclusivamente cosa de Rafael, al que he de
respetar y respeto por encima del bien y del mal.
Creo que a todas luces, por
otro lado, no se debe tomar al pie de la letra las acusaciones de Rafael, pues en la misma entrevista
dice grandes
sentencias llenas de verdad, para párrafo seguido contradecirse y sumergirse en
un mar confuso y obtuso sólo propio de un hombre enfadado con el mundo.
Me entristece profundamente, en
este pozo sin fondo que son los martirios de mi vida, manifestar que poco me ha
extrañado este nuevo capítulo tan sin ton ni son, tan lleno de incongruencias y
tan descorazonado, muy especialmente, porque se ha visto enturbiado el nombre
de un hombre llamado Curro Romero.
Porque Curro, el torero, el hombre y el amigo, al que considero hasta familia,
no es ningún ratero, y sí un compañero, diría que el mejor que ha tenido Rafael
tanto en los ruedos como fuera de él. No es casualidad que sea Curro el
torero que más haya hecho el paseíllo junto a Rafael, pues tanto uno como otro siempre
gustaron de torear juntos, de ahí las muchas tardes gloriosas que ambos
protagonizaron para el recuerdo.
Estuvo Curro hasta en aquella última tarde de Rafael en Jerez, allá en
mayo de 2000, dejando siempre claro la sincera admiración y respeto que
ambos se profesaron. Y tanto dentro como fuera de la plaza, pues cuando Rafael
ha estado enfermo, siempre ha sido el camero el único compañero que me ha llamado para
preguntar por su salud, así como cuando Rafael ha estado hospitalizado
recientemente, ha sido Curro de los pocos en venir a visitarlo. Y digo bien de
los pocos, pues dado el agrio carácter tormentoso de Rafael, pocos se atreven a
estar con él. Ha venido Curro, junto a su esposa Carmen Tello, hasta a la misa de
cuando murió mi abuela Pilar sin tener, claro está, ninguna obligación. Es
decir, por simple afecto y sincera amistad.
Siempre Rafael, en la intimidad,
me habló bien de Curro, tanto que desde mi infancia, en mi casa, sólo se
escuchaban esos dos nombres, que si Rafael y Curro, que si Curro y Rafael. Así
mismo, ha sido el de Camas tan torero y tan amigo, que me dio fuerzas y
esperanzas cuando mi propio padre me destrozó en aquel homenaje en Ronda,
cuando, porque le dio la gana, arremetió contra mi libro Entre Clamores y
Espantás, pidiendo hasta en dos ocasiones que nadie comprara mi libro,
como el que me pega los dos avisos y deseando que el tercer aviso me lo diera
el propio público, para que me echaran el libro a los corrales, lo
cual, triste e inexplicablemente para mí, sucedió.
Fue, como digo, Curro el
primero en llamarme en la intimidad y darme ánimos en aquellos momentos tan
desagradables para mí. Hasta dos años hubieron de pasar para que
Rafael me pidiera perdón y me reconociera que se equivocó. Ahora es el
de Jerez quien dice que “Curro me quitó el pan de mis hijos”,
cuando en realidad fue él mismo el que me lo quitó a mí, haciendo que
nadie me comprase un libro que nada tiene que ver con sus ataques. Por todo
ello, me descoloca y me duele en el alma que haya sido tan injusto con Curro,
quien siempre fue un buen compañero y un buen hombre, así como por otros
compañeros tristemente mencionados.
Bien sé, por otro lado, que mi
padre es un hombre de buen corazón, pero indudablemente con una mente
equivocada, que quizás en su fuero interno, hasta dentro de un tiempo no se dé
cuenta de su error cometido, y que incluso llame a Curro explicándole su desaire.
Ojalá que el tiempo haga que las aguas vuelvan a su cauce, a ese río del arte y
verdadero del que nunca debió salir. Siento mucho lo ocurrido, aunque poco o nada
tenga yo que ver; si acaso, mi única culpa fue, es y será ser un fiel enamorado
y apasionado del toreo de mis dos ídolos: de Rafael por enamoramiento y de
Curro por apasionamiento. Mea culpa. Jesús Soto.
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