miércoles, 18 de noviembre de 2015

Paco Ureña por la Puerta Grande en Londres.

El diestro Paco Ureña ha sido homenajeado en Londres por el filántropo americano Roger Michel, mundialmente conocido en el área de la arqueología. Su aportación a los estudios sobre monumentos en Oriente Medio está sirviendo para poder recuperar, de manera digital, los legados arquitectónicos que los talibanes están destruyendo desde hace años en países como Siria.

Roger Michel descubrió a Paco Ureña este pasado mes de julio en la plaza de toros de Pamplona, donde le emocionó su modo de interpretar el toreo. Recordemos que aquella tarde el diestro murciano toreó la corrida de José Escolar, y salió a hombros, haciéndose merecedor del premio al triunfador de los sanfermines 2015, galardón que recogerá el próximo lunes en la capital navarra.

De este modo, hace unas semanas el señor Michel se puso en contacto con el presidente del Club Taurino de Londres para que le ayudará a localizar al diestro, con la intención de invitarle a pasar unos días en la capital del Támesis.


Paco Ureña y el señor Michel han podido compartir tres intensos días, en los que el mecenas americano ha podido conocer de manera directa cómo se vive en torero; cómo piensa y cómo siente quien se viste de luces. Además, ha tenido la oportunidad de recibir, junto a un pequeño grupo de personas más, una clase de toreo de salón, en la que Paco Ureña también interpretó algunos lances, para deleite de los presentes.

El broche de oro tuvo lugar en el Club Oriental, donde el señor Roger Michel congregó a lo más selecto de la sociedad londinense para rendir un sentido homenaje al diestro. La cena estuvo amenizada por la música de un guitarrista español afincado en Londres, y en el momento de los discursos el señor Michel dedicó unas sentidísimas palabras a Paco Ureña y al arte del toreo, a las que el matador correspondió hablando desde la más absoluta emoción.


En el intercambio de regalos, el señor Michel le entregó un precioso bastón, y Ureña el capote con el que toreó en Pamplona y que nunca más volvió a utilizar, al que le acompañaba la siguiente dedicatoria: “Cuando la gratitud es absoluta, las palabras sobran”.

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