La tarde fue de Escribano, la única oreja de unos Adolfos que les faltó recorrido, a punto estuvo Urdiales de cortarte otra al noble primero, en el que falló con los aceros. El francés Castella no tuvo opciones en su lote.
Hasta el último de la tarde, "Baratero" de nombre y negro de capa, el único de la tarde que no fue cárdeno, tuvieron que esperar los aficionados para vivir y sentir el toreo. Fue distinto, distante y medidor. Cayó en suerte del diestro de Gerena, Manuel Escribano, en una apuesta, este San Isidro por un hierro de los llamados duros y de los que no rehuye la pelea. Las puntas al cielo, al cielo de Madrid, donde todos los toreros miran para ver lo grande que es esta plaza. Allí apuntaba Escribano desde el inicio de la tarde, a sus dos toros se fue a portagayola, a los dos los banderilleo y a los dos los lidió con verdad, no se guardó nada, nada se dejó en Hotel, y nada se guardó para él. Todo lo dejó en la plaza, se derramó y se desinfló, en todos los tercios por el ruedo de Las Ventas, hoy ha dejado una huella en los aficionados, no solo los que se han dado cita en el coso venteño, sino todos aquellos que han tenido la oportunidad de verlo por las pantallas.
Un Escribano que ha sido capaz de proponer, disponer y ejecutar todas las suertes con la capacidad suficiente para dar a cada toro su medida exacta, su distancia y su lidia.
Dos tercios de banderillas, exponiendo, arriesgando y jugandosela en cada pasada, enorme el tercer par del último de la tarde, que esperaba y cortaba una barbaridad y que le puso los pitones en el corbatín, arrancándole una medalla que llevaba al cuello. Un susto se llevó igualmente en su primero al entrar a matar, cuando le punteo con el pitón derecho en el cuello justo en el embroque.
Todo eso es la exposición y la disposición con la que salio al ruedo Escribano, que se guardaba el último cartucho de feria para la faena de muleta del que cerraba plaza, exigente el toro, bravo el torero, medidor el toro, embraguetado el torero. Vimos la mejor versión del diestro de Gerena, ante un Adolfo que no se lo puso nada fácil. Lo pulseo y lo llevo embebido en la muleta con una zurda de las que te dan sitio, plazas y contratos. Tandas de mucho temple a media distancia, dando el pecho, mostrando la muleta justo hasta la taleguilla para con un leve toque, citarlo, embarcarlo y llevarlo hasta detrás de la cadera y rematar las series con enormes pases de pechos y algunos del desprecio. Un salto cualitativo de un Escribano que pide paso y de que manera. Una soberbia estocada le ponía en sus mano un apéndice que solicito la grada, que lleno los tendidos, con mucha fuerza.
El riojano Diego Urdiales, se crece ante los hierros duros, si el año pasado un toro de Adolfo le puso en este San Isidro al cortarle una oreja de mucho peso, a punto estuvo de cortarle otra al primero de la tarde, un toro que se movió lo justo, noble y con movilidad pausada, donde se gustó Urdiales y se escucharon los oles de la grada. Tandas de mucho mérito le enjareto Diego para mostrar el porque está en estas lides. Falló a espadas y perdió el trofeo.
En el cuarto de la tarde que brindó al público, le consintió y le tragó, pero el toro se apagó y no terminó de coger vuelo la faena. Dejó muletazos muy templados y muy sentidos del gusto del aficionado.
El Francés Sebastián Castella, no dispuso de opciones para refrendar su gran San Isidro, lo intentó en sus dos oponentes, pero cuando no hay, además es imposible.
Ficha del Festejo
Toros de Adolfo Martín desiguales de presentación y juego.
Diego Urdiales, ovación / ovación tras aviso
Sebastián Castella, silencio tras aviso / silencio tras aviso
Manuel Escribano, silencio tras aviso / oreja
Incidencias.- Lleno de no hay Billetes. Aplaudidos los banderilleros
José Chacón y Ricardo Izquierdo, de la cuadrilla de Sebastián Castella.
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