miércoles, 3 de diciembre de 2014

“Juan, tú el cante por soleá; yo, un torero al que le gusta escuchar”, El Lebrijano y Pepe Luis Vázquez.

Juan Peña ‘El Lebrijano’ y Pepe Luis Vázquez llenaron la sala en un encuentro que contó con la colaboración del guitarrista Pedro Miguel Peña

El arte y la naturalidad de Juan Peña ‘El Lebrijano’ y Pepe Luis Vázquez presidieron la 30 edición de los Mano a mano de la Fundación Cajasol, un encuentro que respondió plenamente a las expectativas y que llenó por completo el salón de actos de la sede de la Fundación en la Plaza de San Francisco de Sevilla.

Pepe Luis y Lebrijano hablaron el mismo idioma desde el primer momento. Ambos sintonizaron a la perfección y cuajaron una ‘faena’ ligada y de alto nivel de sensibilidad y arte que mantuvo al público embelesado durante más de una hora. El acto fue presentado por el periodista y director de Toromedia José Enrique Moreno.

Pepe Luis comenzó con un guiño al auditorio: “Hoy está aquí la mejor Sevilla”, dijo, para explicar a continuación su primer vínculo con el flamenco: “Lo primero que escuché en mi vida fueron unos discos de baquelita que tenía mi padre; eran de Pavón, de Manuel Torres, de Pastora… y ese soniquete lo llevo ahí metido”. A lo que Lebrijano añadió: “Es que eso se queda para siempre”.

Ambos acercaron y cerraron lazos entre el toreo y el flamenco en un encuentro histórico en el que El Lebrijano regaló a la audiencia su cante prodigioso en un gesto de máxima generosidad, acompañado a la guitarra por Pedro María Peña.

Pepe Luis fue directo al grano: “El torero al que no le guste el cante no puede torear bien. Yo he estado toreando y cuando toreo bien es como si estuviera cantando”. Y llegó más allá en una reivindicación oportuna: “Son dos artes genuinos, únicos, y un patrimonio por el que nos conocen en todo el mundo: el flamenco y el toro. Y yo además presumo de ser más flamenco que torero”.

Por su parte, El Lebrijano mostró su faceta torera en el cante: “Cuando me siento en mi momento, con más duende, me siento torero”. Incluso se arrancó a cantar por soleá, recordando antes anécdotas de su época y cómo evolucionó gracias a Pastora, a la que considera la mejor cantaora, y reconociendo a Juan Talega como una referencia obligada en el flamenco: “Ha sido el sumo pontífice del arte flamenco”.

Pepe Luis tuvo unas palabras de agradecimiento para el cantaor: “Es que esos soniquetes me sacan de madre, me vuelven loco y me sirven para seguir soñando. Ya toreo poco, pero… ¿quién me va a quitar de soñar?”

‘El Lebrijano’ añadió al hilo del comentario del torero: “Es que el cante por soleá va mucho con el toreo al natural”.

Y Pepe Luis improvisó un verso: “Juan, tú el cante por soleá; yo, un torero al que le gusta escuchar”, y el público rompió en una cerrada ovación.

Lebrijano se adentró también en sus años de forja en el tablao madrileño de El Duende, donde compartió momentos entrañables con todos los toreros de la época: “Conocí desde Julio Aparicio hasta Rafaelillo, Antonio Ordóñez y a todos los Vázquez. He estado muy vinculado con el toro sin ser un gran aficionado, porque para saber de toreo hay que saber del toro y para eso hay que ir al campo”.

Cuando la emoción se había adueñado por completo del ambiente, los maestros dejaron frases para el recuerdo como si fueran chispazos de buen toreo o buen cante. Ejemplos: “La vida se hace corta cuando se crea tanto” o “Es cuestión de decir mucho con poco”.

El Lebrijano hizo una definición magistral del cante: “El cante es aire; el cante es música y la música es el arte de combinar los sonidos con el tiempo”. Y Pepe Luis estableció la comparación: “En el toreo también hay medida y compás, pero sobre todo alma. Si no se pone alma cantando o toreando nadie se pone de pie”.

Frases que se unieron a las decenas de anécdotas que cautivaron e hicieron sonreír a un público que llenó la sala. Anécdotas como la que recordó Juan Peña cuando decidió cambiar su estilo y tirar por la fusión con la música andalusí, una decisión que no entendió su familia: “A mi madre no le gustaba esa música, no entendía aquello, pero sin embargo se murió con unos auriculares escuchando a los Beatles”.


 El broche de la noche lo puso Pepe Luis al decirle al Lebrijano: “Maestro, usted flamenco y yo torero, usted torero y yo flamenco, y juntos iremos de la mano por los senderos del tiempo”, poniendo fin a este 30º Mano a mano de la manera que comenzó: con mucho arte.

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