Juan Peña ‘El Lebrijano’ y Pepe
Luis Vázquez llenaron la sala en un encuentro que contó con la colaboración del
guitarrista Pedro Miguel Peña
El arte y la naturalidad de Juan Peña ‘El Lebrijano’ y Pepe Luis
Vázquez presidieron la 30 edición de los Mano a mano de la Fundación
Cajasol, un encuentro que respondió plenamente a las expectativas y que llenó
por completo el salón de actos de la sede de la Fundación en la Plaza de San
Francisco de Sevilla.
Pepe Luis y Lebrijano hablaron
el mismo idioma desde el primer momento. Ambos sintonizaron a la perfección y
cuajaron una ‘faena’ ligada y de alto nivel de sensibilidad y arte que mantuvo
al público embelesado durante más de una hora. El acto fue presentado por el
periodista y director de Toromedia José Enrique Moreno.
Pepe
Luis
comenzó con un guiño al auditorio: “Hoy
está aquí la mejor Sevilla”, dijo, para explicar a continuación su primer
vínculo con el flamenco: “Lo primero que
escuché en mi vida fueron unos discos de baquelita que tenía mi padre; eran de
Pavón, de Manuel Torres, de Pastora… y ese soniquete lo llevo ahí metido”.
A lo que Lebrijano añadió: “Es que eso se queda para siempre”.
Ambos acercaron y cerraron
lazos entre el toreo y el flamenco en un encuentro histórico en el que El
Lebrijano regaló a la audiencia su cante prodigioso en un gesto de máxima
generosidad, acompañado a la guitarra por Pedro María Peña.
Pepe Luis fue directo al grano:
“El torero al que no le guste el cante no
puede torear bien. Yo he estado toreando y cuando toreo bien es como si
estuviera cantando”. Y llegó más allá en una reivindicación oportuna: “Son dos artes genuinos, únicos, y un
patrimonio por el que nos conocen en todo el mundo: el flamenco y el toro. Y yo
además presumo de ser más flamenco que torero”.
Por su parte, El Lebrijano mostró su faceta torera en
el cante: “Cuando me siento en mi
momento, con más duende, me siento torero”. Incluso se arrancó a cantar por
soleá, recordando antes anécdotas de su época y cómo evolucionó gracias a
Pastora, a la que considera la mejor cantaora, y reconociendo a Juan Talega como una referencia
obligada en el flamenco: “Ha sido el sumo
pontífice del arte flamenco”.
Pepe
Luis
tuvo unas palabras de agradecimiento para el cantaor: “Es que esos soniquetes me sacan de madre, me vuelven loco y me sirven
para seguir soñando. Ya toreo poco, pero… ¿quién me va a quitar de soñar?”
‘El
Lebrijano’ añadió al hilo del comentario del torero: “Es que el cante por soleá va mucho con el
toreo al natural”.
Y Pepe Luis improvisó un verso: “Juan,
tú el cante por soleá; yo, un torero al que le gusta escuchar”, y el
público rompió en una cerrada ovación.
Lebrijano se adentró también en
sus años de forja en el tablao madrileño de El Duende, donde compartió momentos
entrañables con todos los toreros de la época: “Conocí desde Julio Aparicio hasta Rafaelillo, Antonio Ordóñez y a
todos los Vázquez. He estado muy vinculado con el toro sin ser un gran
aficionado, porque para saber de toreo hay que saber del toro y para eso hay
que ir al campo”.
Cuando la emoción se había
adueñado por completo del ambiente, los maestros dejaron frases para el
recuerdo como si fueran chispazos de buen toreo o buen cante. Ejemplos: “La vida se hace corta cuando se crea tanto”
o “Es cuestión de decir mucho con
poco”.
El Lebrijano hizo una
definición magistral del cante: “El cante
es aire; el cante es música y la música es el arte de combinar los sonidos con
el tiempo”. Y Pepe Luis estableció la comparación: “En el toreo también hay medida y compás, pero sobre todo alma. Si no
se pone alma cantando o toreando nadie se pone de pie”.
Frases que se unieron a las
decenas de anécdotas que cautivaron e hicieron sonreír a un público que llenó
la sala. Anécdotas como la que recordó Juan Peña cuando decidió cambiar su
estilo y tirar por la fusión con la música andalusí, una decisión que no
entendió su familia: “A mi madre no le gustaba esa música, no entendía aquello,
pero sin embargo se murió con unos auriculares escuchando a los Beatles”.
El broche de la noche lo puso Pepe Luis al
decirle al Lebrijano: “Maestro, usted flamenco y yo torero, usted
torero y yo flamenco, y juntos iremos de la mano por los senderos del tiempo”,
poniendo fin a este 30º Mano a mano de la manera que comenzó: con mucho arte.
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