Manuel Escribano “El que será
el logo de mi nombre. La pluma de los que escribían antiguamente. De ahí viene
mi apellido”.
En la imagen con fondo negro, destaca una pluma coronada por un estoque que sirve como lazo de unión entre la verdad del toreo y el propio nombre del torero de Gerena.
Ya en los pueblos antiguos se hubo de crear
escribanos, aunque no con la autoridad que tuvieron posteriormente pues su
intervención no daba carácter alguno de autenticidad legal a los contratos, los
cuales recibían toda su fuerza del sello de las partes y de los testigos. Tales
fueron los escribas de los hebreos, los argentarios de Atenas y otros oficiales
de la misma clase. Los instrumentos que escribían no se consideraban sino como
escritos privados y para ser validados, debían de presentarlos las partes -con
asistencia de cierto número de testigos- al magistrado encargado de ponerles el
sello público. Aristóteles en su obra “La Política” habla de las diversas
magistraturas, indispensables o útiles para la sociedad los menciona como otra
clase de funcionarios está encargada del registro de los actos que tienen lugar
entre los particulares, y de las sentencias dictadas por los tribunales, siendo
estos mismos los que deben actuar en los procedimientos y negocios judiciales.
También estuvieron presentes en Roma, aunque la
profesión de recibir los otorgamientos de los contratos se denominaba de
diferentes formas.
En España, se celebraban antiguamente los contratos
ante algún sacerdote, monje o religioso con asistencia de varios testigos de
todas clases. El sacerdote redactaba la escritura y la firmaban todos los
testigos o los que sabían por los que no sabían, estampando además el sello de
sus armas o blasones los que le usaban y aún algunas veces se hacía todo en
presencia de la justicia. Esta costumbre duró hasta los tiempos del rey don
Alfonso el Sabio, quien con acuerdo de los tres estados o brazos del reino,
creó los escribanos públicos y dispuso que en cada pueblo, cabeza de
jurisdicción, se estableciese cierto número de ellos para autorizar las
escrituras o instrumentos con asistencia de dos o tres testigos, señalándolas
ciertos derechos por su trabajo.
El apellido Escribano aparece recogido por el
Cronista y Decano Rey de Armas, Don Vicente de Cadenas y Vicent, en su
"Repertorio de Blasones de la Comunidad Hispánica", eso significa que
el linaje Escribano tiene armas oficiales certificadas por Rey de Armas.
Julio de Atienza, en su "Nobiliario
Español", recoge la heráldica e historia del apellido Escribano. Esta obra
es de gran importancia para la heráldica ya que recoge la historia, pruebas de
nobleza e hidalguía de los apellidos y linajes entre los que está el apellido
Escribano.
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