Tocaba terminar y lo hicimos a
lo grande. Disfrutando de un extraordinario tentadero en El Campillo, la finca
donde pasta una parte de la ganadería onubense de Albarreal. En un día de
primavera adelantada. Con la emoción y el nervio por torear a flor de piel en
los alumnos, deseosos por poner a prueba aquello que habían aprendido durante
las semanas de clases teóricas en La Merced. Y a fe lo que lo hicieron: su
nivel fue sorprendente, espléndido, deslumbrante. La mejor manera posible de
coronar una iniciativa nuevamente feliz que ha servido para poner el toreo al
alcance de sus dueños, que son los aficionados.
Ayudó mucho el extraordinario
comportamiento de las vacas de Albarreal. La primera, de una clase y nobleza
infinitas. La segunda,
con buen fondo también aunque algo más parada. Y la tercera, brava hasta decir basta. Tanto que, como es lógico, desbordó en no pocas ocasiones a los aficionados prácticos. Las tres las paró y las puso en suerte para los alumnos un inmenso David de Miranda, demostrando que su sazón va a más. Fue un lujo disfrutar de la ilusión desbordante aunque del toreo con poso de Juan, además, el día de su 66 cumpleaños. O de la felicidad hecha brillo en los ojos de María, y mira que le costó decidirse por ponerse delante... O de los muletazos inhiestos y de mano muy baja de Juan Rodríguez. O de las muy buenas maneras de Enrique Toro. O del torerísimo César, el más peque de todos los alumnos, el más torero también. Y así, todos y cada uno de la veintena larga de aficionados prácticos a quienes correspondía participar en este segundo tentadero.
con buen fondo también aunque algo más parada. Y la tercera, brava hasta decir basta. Tanto que, como es lógico, desbordó en no pocas ocasiones a los aficionados prácticos. Las tres las paró y las puso en suerte para los alumnos un inmenso David de Miranda, demostrando que su sazón va a más. Fue un lujo disfrutar de la ilusión desbordante aunque del toreo con poso de Juan, además, el día de su 66 cumpleaños. O de la felicidad hecha brillo en los ojos de María, y mira que le costó decidirse por ponerse delante... O de los muletazos inhiestos y de mano muy baja de Juan Rodríguez. O de las muy buenas maneras de Enrique Toro. O del torerísimo César, el más peque de todos los alumnos, el más torero también. Y así, todos y cada uno de la veintena larga de aficionados prácticos a quienes correspondía participar en este segundo tentadero.
Aguardaban por si acaso hubiera
una segunda oportunidad buena parte de aquéllos que ya torearon una semana
antes en La Dehesilla. Al final, no hubo ocasión, pero disfrutaron mucho
también de la experiencia bajo la dirección impecable de los profesores Manolo
Contreras, Raúl Corralejo y Pedro Muriel. Bajo un sol de justicia y la ilusión
encendida y multiplicada de todos los participantes, terminaba todo y volvían
los toreros a casa. Concluía así el III Curso de Toreo de Salón para
Aficionados Prácticos del Aula Joven La Merced: una bendita iniciativa que, irremediablemente,
tendrá continuidad en años venideros. Sólo puede ser así cuando la respuesta
encontrada ha sido tan satisfactoria y tan apasionada.
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