El torero Gregorio Sánchez muere
en su vivienda de Galicia a los 86 años.
El maestro ha fallecido en la tarde
de hoy en su casa de Galicia, donde residía junto a su mujer desde que se
jubiló en la escuela taurina de Madrid, hace tres años, y donde en los últimos
años se ha ido apagando "como una vela" hasta el día de hoy.
Aún no se conoce dónde se
instalará la capilla ardiente, o si sus restos se trasladarán a Madrid, pues la
última voluntad del maestro de Santa Olalla era que le incinerasen y
esparcieran sus cenizas sobre el albero de Las Ventas.
La plaza de la madrileña calle de
Alcalá fue la que más gloria le dio allá por los años 50 y 60, donde se erigió
en figura del toreo gracias a las nueve puertas grandes de Madrid que logró en
su carrera, más una más como novillero.
Siempre se le recordará por
despachar en apenas 80 minutos seis toros en solitario, de la ganadería de
Barcial, a los que, además, cortó un total de siete orejas.
Fue en la entonces tradicional
corrida a beneficio del Montepío de Toreros del 19 de junio de 1960 cuando
Gregorio Sánchez se instauró definitivamente en la cúspide del toreo de la
época, lo que llevó a ser líder del escalafón durante dos temporadas (1957 y
1958).
Pero antes había pasado muchas
penurias, en la posguerra, donde vio como siete de sus once hermanos fallecían,
además de su padre, que fue fusilado. Entonces encontró en el toro la vía de
escape para huir del hambre y la miseria.
Su debut en público tuvo lugar en
1948, cuatro años más tarde debuta con picadores en Guadalajara, presentándose
en Madrid, primero en Vista Alegre, en 1953, y después en Las Ventas, en 1954.
El 1 de abril de 1956 toma la
alternativa en Sevilla, de manos de Antonio Bienvenida y en presencia del
mexicano Joselito Huerta, y en junio del mismo año la confirma en Madrid, la
primera de las muchas tardes de gloria que dio en el ruedo capitalino, donde
toreó 50 corridas de toros, logró 39 orejas, además de ser uno de los pocos
toreros en lograr cuatro apéndices en una misma tarde.
Tras 18 años de matador de toros
decide retirarse en 1973, matando otros seis toros en solitario en Madrid, pero
su vinculación a la actividad no cesó al convertirse en uno de los profesores
de la escuela taurina de Madrid, donde trabajó hasta su jubilación, y cuyo
mayor éxito fue el ser uno de los valedores fundamentales de Julián López el
Juli, entre otros muchos.
Su poso como torero de corte
clásico y dominadoras formas quedan ya para el recuerdo. El año pasado se
descubrió en la plaza de toros de la capital un azulejo que homenajeaba
"sus nueve puertas grandes en Las Ventas y su magisterio impartido en la
escuela taurina de Madrid", un acto al que ya no pudo asistir y al que
acudieron sus hijos.
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