José Antonio Morante Camacho,
nacido en la Puebla del Río (Sevilla) mayor de edad y en plenas facultades
mentales otorgó testamento el 15 de abril de 2016 en la Real Maestranza de Caballería
de Sevilla.
Siendo las 20, o5 horas del 15
de abril, yo Morante de la Puebla, quiero dejar testamento a los aficionados,
amigos y familiares, como testigos presenciales las casi 14 mil almas que se
dieron cita en el coso Maestrante, además de los millones de telespectadores
que me vieron a través de la pequeña pantalla, dando fe de todo Dña. Anabel
Moreno Muela.
Dudosito fue mi compañero para
este testamento, un colorao de fina lámina, que quiso sumarse a mi legado, para
dejaros a todos vosotros
testimonio de mi aura. Quiero dejar un tercio de mi
legado a los miles de aficionados que me siguen allá por donde me anuncio con
la dulzura de las cadenciosas verónicas, el mentón en el pecho, la suerte
cargada,… láminas de carteles que antaño eran referentes de miles de ferias…
sintiendo en cada lance la caricia de la nobleza y el calor del aficionado…
Y también les dejo las medias,
medidas, sentidas, con aroma a Romero, el frescor de una tarde de primavera en
La Puebla, mientras me enrosco al toro para sentirlo más cerca, más intenso,…
Otro tercio se los dejo a mis
amigos, esos que nunca fallan, esos que todas las tardes ven algo especial,
esos que siempre te animan, a esos les dejo la templanza, el ritmo, el embrujo,
la pausa y la faena con la que esta tarde he regado la Maestranza de embrujo y
musas…
El otro tercio se los dejó a
mis familiares, esos que me arropan, me miman y me quieren… A ellos les dejo mi
arte, ese arte que no todos entienden, ese arte que solo un genio es capaz de
realizar, este arte que no siempre tiene acompañante, ese arte que puede surgir
en cualquier momento, porque el arte, no tiene un tiempo definido, ni un lugar,
ni una medida… Ese arte y su Esencia la dejé ayer, Roto, desmayado, con un
sentimiento que solo puede salir desde el alma, un alma torera…
Y lo que queda para llegar al
100% me lo guardó para mí, como usufructo vitalicio, para mis
adentros, para encontrarme de nuevo con las musas, porque ellas me acompañan
siempre, aunque no se muestren, solo cuando el sueño y la realidad se unen en
una armonía perfecta…
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