Aún embargada por la emoción y
con el alma encogida, intentaré contar un sinfín de sensaciones que tuve la
suerte de vivir por segunda vez en la Maestranza.
El público de hoy no llenaba
las tendidos pero para mí el cartel tenía tantos alicientes como opciones dio
la buena corrida de Victorino Martín.
La tarde, ya histórica, reunía para mí los toros y al
menos, dos toreros de mi gusto y para más inri amigos, por lo que la alegría es
desmesurada tras sus triunfos de clamor.
Manuel Escribano no tuvo suerte
con el que abrió plaza, el que no me gustó absolutamente nada. Era desrazado y
perdió las manos. Pronto se vio que no tenía nada que hacer con él. No sabía
que detrás de ese toro saldría el número 37, toro que cambiará su vida para
siempre, y de nombre Cobradiezmos. Y tanto que le cobró... Pidió al torero de
Gerena todos los carnés de su toreo y éste se los mostró sin temblarle el
pulso. Se fue a recibirlo a portagayola
para después despacharlo con un ramillete de templadas verónicas, y ahí
ya se podía adivinar lo que traía dentro el TORO. Su comportamiento y su
embestida fueron perfectos de principio a fin; el toro era noble y bravo, metía
la cara por ambos pitones haciendo el avión, y el de Gerena nunca le volvió la
cara y se expuso en cuerpo y alma. Es cierto que empujó mejor en la segunda
puya y el toro, como bravo que era, se vino arriba en banderillas. A
continuación sólo había que hacerle todo perfecto. Le planchó la muleta y no le
dudo ni un solo instante lo que hizo surgir el más bello y templado toreo de
Manuel. Fue extraordinario por ambos pitones y la clase rebosaba cada
arrancada. Series algunas hasta de seis muletazos y Escribano perfecto en
todas. Ya finalizando su faena, empezó el runrún en la plaza. Y lo que empezó
de forma tímida, acabó inundando la plaza de pañuelos blancos que pedían al
unísono el perdón de su vida, y la devolución de Cobradiezmos al campo bravo
del que salió. La emoción nos desbordó a todos y fue premiado con las dos
orejas simbólicas.
Paco Ureña de rosa fuerte y
oro, no pudo lucirse en el recibo al
tercero, pero en la faena de muleta, dio tres series diestras
templadas cargadas de elegancia y temple el murciano. Bajó un punto la
intensidad al natural pero Ureña se cruzó hasta ponerse donde embestía de forma
larga. Muy cruzado y con la muleta siempre planchada en la cara del toro
arrancó buenos naturales. Final de ensueño por el pitón derecho acariciando el
hocico con suaves toques hasta el momento justo de apagarse. Remató por bajo y
mató de estocada fulminante cortando las dos orejas al toro. Lío gordo. Qué
alegría poder triunfar junto al compañero y amigo. El sexto no fue bueno para
Paco; no le quiso dar lo que necesitaba para poder abrir la Puerta del Príncipe
a pesar de querer conseguirlo. Fue más complicado pero merecía el esfuerzo.
Ojalá y se de pronto.
Paco Ureña y Manuel Escribano,
permítanme apuntar, que ambos bebieron en las mismas aguas del temple, y del
blanco o negro sin grises. Es decir, del toreo y la mentalización del Cortés de
Ginés. Sin duda, los dos pupilos
aprendieron muchas cosas buenas del Maestro,
quien siempre habló para estar preparados en el momento en que les
saliera el toro. Uno de esos días fue hoy. La afición desmedida y el amor por
el toreo de ambos, hicieron el resto
El convidado de piedra de la
merienda fue Morenito de Aranda que estuvo demasiado preocupado por la
composición y la estética, por lo que perdió un triunfo clamoroso ante un
primer toro de gran calidad, y otro medio en quinto lugar. Tal vez quiso pero
no pudo acoplarse a esas exigencias del guion. Para mí, la tarde le quedó
grande desgraciadamente.
Artículo de Opinión de Conchita
Rodríguez.
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