El periodista sevillano Fernando Carrasco Moreno ha ganado a
título póstumo el IX Premio Periodístico
Taurino “Manuel Ramírez” que convocan ABC de Sevilla y Persán en memoria de
quien fuera director de este diario.
El jurado ha estimado que el
artículo de Fernando Carrasco publicado en este periódico el pasado día 24 de
enero de 2016, y que llevaba como título “Julio Pérez, El Vito”, ha sido el
merecedor de este galardón.
El
acta del jurado, reunido este lunes, señala lo siguiente:
“Reunidos
en Sevilla, en la Casa de ABC, D. Carlos del Barco Galván, D. Eduardo Dávila
Miura, D. Rafael Molina Candau, D. Álvaro Ybarra Pacheco y D. Andrés Amorós
Guardiola, que actúo como presidente del Jurado del IX Premio Periodístico
Taurino «Manuel Ramírez» correspondiente a trabajos publicados en cualquier
periódico o revista española desde el 28 de abril de 2015 hasta el 18 de abril
de 2016, han llegado por unanimidad al acuerdo de conceder el premio al trabajo
titulado: “Julio Pérez, El Vito”, del que es autor D. Fernando Carrasco Moreno,
y que fue publicado en ABC de Sevilla el día 24 de enero de 2016, que conjuga
dos géneros periodísticos clásicos, el reportaje y la entrevista, que rinde
homenaje al decano de los matadores y recuerda a los grandes toreros de plata
sevillanos.
A
la vez quiere rendir homenaje a Fernando Carrasco, sucesor de Manuel Ramírez en
la sección taurina de ABC de Sevilla, prematuramente desaparecido, y manifestar
su satisfacción por la gran calidad de muchos de los artículos que se han
presentado a esta convocatoria”.
El premio creado por ABC de Sevilla y Persán, ha sido
otorgado en ediciones anteriores a Aquilino Duque, Antonio Burgos, Esperanza
Aguirre, Mario Vargas Llosa, Francis Wolff, sir Tristan Garel-Jones, Antonio
García Barbeito y Luis Nieto.
El trabajo premiado
El texto íntegro de este
excelente trabajo, tanto desde un punto de vista periodístico como en su
aspecto literario, es el siguiente:
CITANDO DE FRENTE
FERNANDO CARRASCO
El sombrero calado como una
montera. La chaqueta y el chalequillo, a juego con la corbata y la camisa.
Pantalón con la raya perfecta y zapatos impolutos, de un brillo extraordinario.
Parece que va a hacer el paseíllo. Es Julio Pérez «El Vito», decano de los
matadores de toros que este 24 de enero cumple la friolera de 90 años y si le
dejasen sus hijos y sus nietos, sería capaz todavía de plantarse delante de una
becerra.
Este camero que huele a torero
por los cuatro costados es capaz de plasmar en una conversación todas las
vivencias posibles sin ojana alguna y con «documentación». No en vano, el salón
de su chalé en pleno aljarafe sevillano es toda una declaración de intenciones.
Fotografías toreando, en el callejón; premios por todos los rincones; la cabeza
de un toro de Miura al que le cortó las dos orejas y el rabo en Cartagena...
Vito dice de forma clara y contundente que «siempre me he sentido torero. Es
una profesión muy varonil y muy de verdad».
«Nací ya siendo torero
—precisa—. Mi padre fue matador de toros y luego actuó a las órdenes de Juan
Belmonte; a él le compusieron el famoso pasodoble «El Vito». Mi abuelo, Julio
Herrera, afamado ganadero... era lo que se vivía. Tenía que ser torero porque
así lo sentía. Pero esas siete cornadas...».
Porque Vito —¡qué porte torero
con 90 años, Dios mío!— fue novillero que encandiló en los años 40 desde su
Camas natal para ser uno de los más prometedores toreros. Por eso, cuando tomó
la alternativa en 1946 en Valencia, todo el toreo daba por hecho que sería una
figura de época. «Tenía, y tengo —dice sin ambages— todo para triunfar. Pero
los toros me pegaron muy fuerte y muy seguido. Aquella cornada de Jaén en la
que en la habitación solo estábamos el médico, el cura y yo... pero me escapé»,
dice esbozando una sonrisa y mirando de reojo a su hijo Julio y a sus nietos
Julio y Mario.
Y como si solapase una tanda de
naturales de mano baja, le viene a la mente una anécdota con aquel sacerdote en
Jaén. «Estuve ingresado al menos un mes porque fue un cornalón de caballo. El
médico me tenía prohibido comer pero yo estaba “esmayao”. Los sábados y los
domingos venía el cura a darme la comunión y un día le dije: “padre, en vez de
darme la comunión el sábado y otra el domingo, démelas las dos juntas y por
medio meta un poco de queso...”».
Época dorada
Década de los 40 con un Vito
alternando en los carteles en una de las edades más gloriosas del toreo. «Es
que allí estábamos, en el patio de cuadrillas, Pepe Luis Vázquez, los cuatro
Bienvenida, los Martín Vázquez, Manolete, los Dominguín, con ese Luis Miguel...
Gitanillo de Triana, Paquito Casado, El Andaluz, Manolo Vázquez, Litri —se le
llena la boca—, El Choni, Carlos Arruza, Rafael Ortega... ¿he nombrado a
toreros importantes? Y los que vinieron después, que me cogieron ya como
banderillero, como Puerta, Camino, Romero, Ostos, Paula... ojú, niño».
«Fíjate si toreaba bien
—vuelven los recuerdos—que una vez, en un patio de cuadrillas, a punto de hacer
el paseíllo, Luis Miguel Dominguín se volvió hacia las cuadrillas y al verme
dijo: “¿No te da vergüenza estar ahí detrás? Con lo bien que tú toreas tenías
que estar aquí delante, con los matadores”».
Barcelona, Valencia, Sevilla,
Madrid, Bilbao... fueron plazas que le vieron salir a hombros tanto de
novillero como de matador. Pero esas cornadas le mermaron, sobre todo en lo
anímico. Así que decidió buscar ser figura vestido de plata. Y lo consiguió
porque ha sido uno de los más grandes rehileteros que ha dado la historia de la
Tauromaquia. Y, ojo, en una época también con compañeros que han sido figurones
del escalafón de plata. «¿Te nombro gente?» pregunta al periodista y, sin dejar
que uno responda, enumera una lista que pone los vellos de punta por lo que de
torería guarda: «ahí estaban Almensilla, Chaves Flores, Luis González,
Pinturas, David, Tito de San Bernardo, Michelín, José El Andaluz, Antonio y
Andrés Luque Gago... y que me perdonen aquellos que no he nombrado pero es que
entonces haría falta un ABC entero. Todos muy grandes, muy grandes».
¿En qué radicó la supremacía
del Vito en banderillas? Y lo explica con claridad meridiana: «Tenía unas
facultades físicas impresionantes y salía de la cara del toro andando. Me
acuerdo que los Bienvenida me decían que entrenaban con el carrito poniendo
banderillas y no eran capaces de salir andando de la cara. Pero es que eso es
un don innato que siempre he tenido. Había gente que incluso iba a los toros
dependiendo con qué matador de toros fuésemos Luis González y El Vito. Cómo
sería la cosa...».
Y echa de menos esa época en la
que forjó amistad con los más grandes en aquellos viajes interminables en barco
a América o esos coches de cuadrillas cruzando España de norte a sur y de este
a oeste. «El toreo ha sido, es y será grandeza. Porque solo hay verdad entre el
toro y el hombre. Estás tú solo delante del toro con capote, muleta, espada,
banderillas... ¿Hay más verdad que eso?».
La torería que desprende Vito
solo es comparable con el amor que tiene a su familia... y a Gloria, su esposa
«que me dejó demasiado pronto». Se le iluminan los ojos y vuelve la vista hacia
un retrato de una belleza mexicana con la que compartió años inolvidables. «En
México, Carlos Arruza me invitó a una fiesta en la que se celebraba la pedida
de una señorita. Entramos y vi a esa muchacha y le dije: “esa mujer se casará
conmigo”. Y cuando bailamos, ya no nos separamos más».
Sigue recordando. Y todo lo que habla se encuentra en ese salón
en el que el toreo eterno se respira. Porque nunca ha dejado de ser torero
Julio Pérez Vito. Tanto en el ruedo como en la vida. Porque tras retirarse fue
uno de los mejores representantes de las más importantes empresas taurinas. Y
sigue pendiente de todo cuanto acontece en el mundo del toro. «El toreo ha
evolucionado como la vida. Pero ahora también hay grandísimas figuras del
toreo. Ahí está el caso de Morante, sin ir más lejos».
No quiere hablar de los
movimientos antis porque es de la opinión de que es darle publicidad, pero se
entristece al saber que Córdoba se puede quedar sin festival taurino para
ayudar a los niños con cáncer. «¿Cómo le va a quitar la alcaldesa de Córdoba
los toros y dejar a esos niños sin un dinero que tanta falta les hace para
poder continuar con sus tratamientos? Eso es inconcebible y espero que
recapacite». Julio Pérez Vito. 90 años de genio y figura... del toreo y de la
vida.
Sus
nietos Julio y Mario, quinta generación
El apodo de El Vito está ligado
al toreo desde hace más de 150 años. Su abuelo ya fue representante en el
contencioso entre Pablo Romero y Miura. Luego, su padre, Manuel Pérez Vito (el
del famoso pasodoble) fue matador de toros y hombre de confianza de toreros
como Marcial Lalanda y Juan Belmonte. La tercera generación es el propio Julio
Pérez Vito y su hermano. Su hijo, Julio también, es uno de de los principales
representantes de empresarios taurinos. Y ahora también sus nietos Julio y
Mario. Julio es el hombre de confianza del empresario Ángel Bernal y de la
plaza de toros de Murcia, así como de Manuel Díaz «El Cordobés». El toreo y sus
valores defendidos de la mejor manera posible: a través del amor por un animal
al que quieren los Vito como pocas personas pueden hacerlo.
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