JEFATURA
DEL ESTADO
11837 Ley 18/2013, de 12 de
noviembre, para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural.
PREÁMBULO
La Tauromaquia forma parte del
patrimonio histórico y cultural común de todos los españoles, en cuanto
actividad enraizada en nuestra historia y en nuestro acervo cultural común,
como así lo demuestran las partidas de Alfonso X el Sabio, que ya en el siglo
XIII contemplaban y regulaban esta materia.
Las fiestas o espectáculos
taurinos, incluyen no sólo a las corridas de toros sino un numeroso conjunto de
tradiciones y festejos populares vinculados al mundo del toro, que a su vez
comprenden lo que hoy entendemos por «Tauromaquia». Todo esto es signo de identidad
colectiva, y ello justifica que su preservación corresponda y competa a todos
los poderes públicos.
El carácter cultural de la
Tauromaquia es indiscutible y merece ser preservado como un tesoro propio de
nuestro país, rico en culturas distintas. Esa específica manifestación cultural
ha sido, incluso, exportada a otros países que la desarrollan, promocionan y protegen.
La Tauromaquia es una
manifestación artística en sí misma desvinculada de ideologías en la que se
resaltan valores profundamente humanos como puedan ser la inteligencia, el
valor, la estética, la solidaridad, o el raciocinio como forma de control de la
fuerza bruta. A ello hay que añadir que forma parte de la cultura tradicional y
popular, como conjunto de las manifestaciones, conocimientos, actividades y
creencias pasados y presentes de la memoria colectiva, siendo uno de los puntos
de referencia a partir del cual las iniciativas de la sociedad se enmarcan en
un contexto configurador de la identidad nacional propia, arraigada en una
pluralidad de formas de expresión popular.
El espectáculo taurino no es
sino el eslabón final de un proceso en el que intervienen y se yuxtaponen
diversas actividades económicas y sujetos productivos, desde los activos y
recursos materiales y humanos dedicados a la cría del toro de lidia en el
campo, hasta los activos y recursos materiales y humanos que intervienen en el
espectáculo taurino propiamente dicho.
La Tauromaquia constituye un
sector económico de primera magnitud, con una incidencia tangible en ámbitos
diversos y dispersos como son el empresarial, el fiscal, el agrícola-ganadero,
el medioambiental, el social, el alimentario, el industrial o el turístico, entre
otros.
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