David Silveti se mató tal día
como hoy de hace 10 años, de un tiro sentado en la cama donde dormía de niño.
Su padre entró a la habitación tras escuchar el disparo. Junto al cadáver
encontró una carta de su hijo.
"Esto ya no es vida", decía en una de sus líneas. Desilusionado
porque ya no podía torear a sus 48 años, y le iba mal en los negocios, Silveti
le había dado un beso especialmente cariñoso a su padre antes de retirarse a
rezar en su rincón favorito desde niño en el rancho de la familia en Salamanca,
Guanajuato. Instantes después se pegó un balazo en la sien con un revolver
calibre 38. “De repente un disparo me alertó, subí a su habitación y lo vi
tendido a un lado de su cama”, dijo su padre, Juan Silveti. José Antonio “El
Capitán Ramírez”, su apoderado, reveló que el matador dejó una carta en la que
justificaba su decisión. Ramírez explicó que Silveti era maníaco-depresivo,
enfermedad que se le había agudizado en los últimos meses debido a que desde
enero de ese año el médico que le trataba le prohibió torear, porque si recibía
algún golpe en la cabeza corría el riesgo de quedar parapléjico.
Aunque se consagró como figura
en 1989, las mejores temporadas de Silveti fueron de 1993 a 1995, año en que se
ausentó de los ruedos por agravarse los problemas en sus rodillas, que le
obligaban a torear con prótesis en las piernas. Sufría sus carencias físicas
con un gran corazón. Tenía David Silveti tal amor a su profesión que, a partir
de su primera lesión en enero de 1979, soportó 43 operaciones, 14 de ellas en
las rodillas, y siete años de rehabilitación en centros especializados de
Estados Unidos.
Recibió la alternativa el 20 de
noviembre de 1977 en la plaza Revolución de Irapuato, Guanajuato, de manos de
Curro Rivera, y de testigo, Manolo Arruza, lidiando astados de Mariano Ramírez.
Confirmó su doctorado en la Monumental de México el 7 de enero de 1979 al
cederle Manolo Martínez la muerte de un toro de Mimiahuapan en presencia de
Eloy Cavazos.
Silveti es el único espada
mexicano que ha confirmado su alternativa en Las Ventas con ganado mexicano.
Esto aconteció el 24 de mayo de 1987 con reses de San Mateo, llevando como
padrino a Nimeño II y de testigo a Tomás Campuzano. Toreó un total de 510
corridas en la república mexicana, cortando 473 orejas y varios rabos, además
de las ocho que toreó en España.
Volvió a los ruedos el 27 de
julio de 2002 en Querétaro y reapareció el pasado 12 de enero en la Monumental
de México, dejando una impronta del gran arte y valor que poseía.
Repitió en la Plaza México el 2 de febrero para realizar una de
sus más sublimes faenas, pues, a pesar de pinchar varias veces, dio dos vueltas
al ruedo. Tras lidiar la que sería su última corrida el pasado 22 de febrero en
Cadereyta, Nuevo León, su neurólogo le prohibió volver a torear, pues cualquier
percance, por leve que fuera, le podía causar la muerte por un coágulo que se
le formó en el cerebro.
Cuando supo la noticia que no
podría torear más, Silveti la recibió con entereza: “Nos fue imposible torear
más, ya que estuve bajo un riesgo importante de poder sufrir la paralización de
mi cerebro y entonces lloré y lloré. Lo hice durante largo rato…seguro que fue
más de una hora”.
Amigos y aficionados hablaron
de él: Eloy Cavazos: “Hemos perdido a un ser humano impresionante, con una
bondad tremenda y todo un profesional y amante del toreo a toda prueba. Estoy
realmente abatido, lo quise mucho y lo voy a extrañar enormemente”.
Javier Sordo, ganadero: “Fue
una persona exitosa, enamorado de la fiesta brava y debido a sus problemas
físicos tuvo que retirarse de lo que más quería. De ahí que entró en una
depresión muy fuerte que tal vez influyó para que tomara esta terrible decisión”.
Raúl Anguiano, artísta
plástico: “No creo que se haya quitado la vida por las mismas razones del
también torero Juan Belmonte, quien decía que si ya no podía torear, montar un
caballo o una mujer, era mejor pegarse un tiro. Y se lo dio. Qué tristeza, lamento
no haber pintado nada de él.
Todas las muestras de cariño y
aprecio se ven reflejada año tras año desde el día de su fallecimiento. Hoy en
día se ve reflejado en su hijo Diego Silveti, las muestras de cariño que aún
mantiene cuando se ve acartelado en Plazas Mexícanas.
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