lunes, 23 de junio de 2014

Perera y Campos salen a hombros en Badajoz.

Tarde emotiva la que ayer se vivió en el coso de la Avenida de Pardaleras debido a la alternativa de Tomás Campos, otro producto de esa cantera inagotable que es la Escuela Taurina de Badajoz. Un torero joven pero muy cuajado que, tras una carrera muy brillante, primero como becerrista y después como novillero con picadores, con el Zapato de Oro de Arnedo como reconocimiento más palpable, tiene ante sí una esperanzadora carrera como matador. Salió a hombros en compañía de un Perera excelso.

Pícaro se llamó el toro de la alternativa. Estaba justito de presencia pero era reunido de hechuras. De salida mostró su nobleza en la verónica de Tomás Campos, cuando lo lanceo con suavidad ganando terreno. Metía bien la cara. Lo midió en el caballo y le hizo un quite por chicuelinas como de mucha dulzura. Le faltó transmisión al de Garcigrande pero la faena tuvo ligazón y gusto. Trataba Campos de obviar los toques y así el toreo se hace más cadencioso. Dos tandas por el pitón derecho, otras dos por el izquierdo a veces a cámara lenta, y después un toreo de cercanías de cierto primor, precedieron a una gran estocada y a las dos orejas.

El primero de Morante era un punto veleto de pitones y ya en el capote del sevillano dijo que iba a ser un toro sin ritmo en su embestida. Le costaba desplazarse y lo más destacado de la labor del torero con el percal fue una bellísima media verónica de frente. Fue una faena la del de La Puebla del Río de intermitencias por la condición del toro, pero llena de detalles, especialmente en el toreo a dos manos, en esos ayudados que Morante prodiga y que brotan plenos de inspiración y sentimiento. Lo mató muy bien y escuchó palmas.

Era terciado el quinto y le costaba desplazarse en el capote de Morante, aunque por momentos pudo llevarlo con esas verónicas inconfundibles. También fue muy hermoso el quite, por ese mismo lance que el sevillano engrandece. Le tuvo que ver su buen fondo pero lo justo de su celo, pues lo brindó, para después hacerle una faena de las más sentidas de este torero en el ruedo pacense. A los sones de ese gran pasodoble que es Opera flamenca, desgranó un trasteo de belleza singular, como cuando se va Morante con el toro. Primó la naturalidad y sobresalió la cadencia. Lo único es que le costó matarlo porque lo pasó de faena.

Un toro de muchos matices fue el primero de El Juli. Resultó ser un animal para pensar y para darse cuenta de que no era nada fácil. Pero no era imposible en manos de El Juli, que supo encontrar el poco fondo que tenía. Para ello había, en primer lugar, que no dudarlo, después atacarle metido en su terreno, además de llevarlo con acusado sentido del temple, ello sin dejar de aguantar la aspereza que el de Garcigrande sacó a relucir. La faena, con esas premisas, fue a más y nunca decayó, primero con tandas en redondo con la muleta un punto retrasada, para acabar en cercanías y concluir con una gran estocada.

Cierto es que al torero hay que juzgarlo en función del toro. Y el segundo de El Juli tenía muchos defectos. Especialmente, por el pitón derecho quería puntear la muleta y por el izquierdo salía con la cara alta. Mas cayó en manos de un torero que fue corrigiendo su embestida, para acabar por llevarlo muy largo, especialmente al natural, en lo que fue todo un testimonio de sabiduría y primor técnico. Se vio a un gran Juli, aunque malogró su creación con la espada.

Era un bonito castaño salpicado el primero de Miguel Angel Perera. Lo toreó con gusto a la verónica y en el quite por tafalleras, pero el animal se dejó su buen tranco en un topetazo contra un burladero en el que perdió medio pitón. El toro tenía nobleza pero andaba justo de fuerzas. Es por ello por lo que el de Puebla del Prior lo tuvo que llevar a media altura, con mucha suavidad, pero ya se sabe que el toreo, cuando no se hace por abajo, dice más bien poco.

La labor de Perera al séptimo fue un compendio de lo mejor del toreo y explicó, por sí misma, la verdad que encierra este arte. Se vino arriba el animal en banderillas, justo lo que quería el torero. La faena tuvo lo mejor de este diestro: en cuanto su concepto, su forma única de llevar al toro muy largo y muy por abajo, con una ligazón que tenía su origen en la suavidad, sin esos toques violentos que embastecen el toreo. Fue una obra de madurez, inolvidable, rematada con una estocada perfecta. ¡Qué gran torero este Perera!

Era noche cerrada cuando Campos mató al octavo. No humillaba y se quedaba cortó, pero el de Llerena le plantó cara con sinceridad para lograr una faena meritoria.
Vía ElPeriódico de Extremadura, Antonio Castañares

Ficha del Festejo
Toros de Garcigrande y Domingo Hernández (5º y 6º), desiguales de presentación y juego.

Morante de la Puebla, ovación con saludos / oreja
Julián López “El Juli”, oreja con petición de la segunda y ovación con saludos tras petición
Miguel Ángel Perera, ovación con saludos / dos orejas con fuerte petición de rabo
Tomás Campos, (alternativa), dos orejas / ovación


Incidencias.-  Algo más de media plaza. Saludó tras banderillear al séptimo Joselito Gutiérrez. Tomás Campos tomó la alternativa con "Pícaro", nº 99, negro, de 505 kilos, nacido en noviembre de 2009 y del hierro de Garcigrande.

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