El tercer Mano a Mano de la
Fundación Cajasol de la temporada 2015 y número 33 de los celebrados hasta el
momento vino a demostrar de nuevo que se puede hablar de toros desde muy
diversas perspectivas, en esta ocasión relacionando el mundo del toro y el de
la medicina. Los dos protagonistas, el matador de toros Jaime Ostos y la
doctora Mª Ángeles Grajal, conectaron el toreo y la medicina de una forma
interesante y amena para el numeroso público presente.
En este peculiar encuentro,
presentado como siempre por el periodista José Enrique Moreno, responsable de
Toromedia, Ostos y Grajal comenzaron por analizar el difícil momento de la
cornada, algo de lo que el maestro sabe mucho pues ha sufrido 14 percances de
gravedad en su carrera. La doctora Grajal recordó su paso por el Congreso de
Cirugía Taurina celebrado en Sevilla en 1982, donde pronunció la conferencia
‘Desde el ruedo a la enfermería’. Aquella fue la excusa para que Grajal y Ostos
se conocieran en el madrileño Hotel Wellington: "Hablamos de todo menos de
la cornada de Tarazona, que era el objeto de mi trabajo”.
"En aquel congreso”, continuó, "hablé de las cornadas, pero no desde el punto de vista médico porque no he visto muchas en el quirófano, pero sí el del hombre que herido no tiene cara de miedo ni de dolor, lo que diferencia al torero del hombre de a pie, esa preparación física y psíquica para enfrentarse a la muerte”.
Al respecto, Ostos añadió: "ustedes no tenéis la psicología que tiene un torero, eso nos hace diferentes. Cuando llegaban las cinco de la tarde, yo echaba a todo el mundo de la habitación del hotel y ya no me acordaba ni de cómo me llamaba. Cuando llega el momento de vestirse de torero, te transformas por completo. Yo sólo pensaba en mi madre y con esa ilusión salía a la plaza. Lo de triunfar, ganar dinero y contratos lo llevamos todos”.
El miedo del torero
Y llegó el tema central de la noche: ¿pasaba miedo Jaime Ostos?. "Si hubiese tenido miedo”, afirmó el torero, "no hubiera toreado nunca. Es más, después de la cornada de Tarazona, el 17 de julio de 1963, en la que firmaron el acta de defunción, toreé más de 80 corridas de toros en España y más de 20 en América. Si yo hubiera pensado en la muerte no hubiera toreado más. Allí hubo un ángel salvador, Ángel Peralta, que animó a muchos aficionados a donarme su sangre. Me salvaron la vida a jeringazos. Yo llegué arriba, San Pedro me preguntó que cómo me llamaba y me mandó para abajo. Todo el mundo se preocupó por mi menos Franco, porque al día siguiente fui primera página en todos los periódicos y le fastidié el protagonismo de la festividad del 18 de julio (risas)”.
Al respecto, la doctora Grajal añadió que "en esas fases de salvar la vida, salvar la pierna y salvar al torero, Jaime fue un ejemplo. Llevó durante algún tiempo un zapato de plomo con mucho peso para fortalecer la pierna. Es un ejemplo de fuerza de voluntad, algo fuera de lo normal”.
"La suerte también cuenta, pero la vida está escrita desde que a uno lo paren y nadie sabe qué día te van a poner el pijama de madera”, añadió el maestro recordando los recientes percances de Julio Aparicio, Padilla o el fatal de El Yiyo, que fue a Colmenar sustituyendo a Romero… "El destino está escrito”, sentenció Ostos.
Sus comienzos como torero
"Yo estudiaba primero de bachiller en Écija y un día, camino del instituto, me avisaron de que Manolete estaba en el pueblo. Fui corriendo y al entrar en el hotel choqué con un hombre y casi lo tiro; era Manolete y aquello me impresionó. Compré una bicicleta a dita e íbamos a los pueblos y a Córdoba a verlo”.
"A mi madre”, prosiguió Jaime Ostos, "le quité una ropa de camilla de color rojo y me hice una muleta para torear en el campo, de donde muchas veces tuve que salir corriendo porque me perseguían los vaqueros. Mi padre no quería que fuera torero, tanto es así que el día que se lo dije me dio un guantazo. Me vine a Sevilla y aquí, no sin dificultades, me hice torero. Recuerdo que de novillero los aficionados decían que toreaba uno que tenía nombre de vino, Mosto, pero yo tuve la dicha de abrir la Puerta del Príncipe en mi presentación en la Maestranza y el día de mi despedida de Sevilla. Sevilla me lo ha dado todo”.
En relación a su rivalidad con las otras figuras de su época, en concreto Antonio Ordóñez, Ostos recordó que "éramos muy amigos pero en la plaza nos odiábamos. En Bilbao, Ordóñez me pegó con una oreja en la cara y al toro siguiente le corté el rabo y le pegué dos rabazos. Pero después en la calle tan amigos. Era cuestión de amor propio”.
El toreo en la actualidad
Jaime Ostos también aprovechó para analizar la actual situación del toreo. "En el toreo”, dijo, "la emoción la pone en primer lugar el toro y su entrega en el tercio de varas y después los toreros, rivalizando en los quites. Todos tenemos que cooperar en revitalizar la Fiesta. Ya va siendo hora de que le demos importancia a los toros. Yo fui muy amigo de Picasso y un día hablando de toros con él me dijo que el ballet más importante es el toreo y tiene mucha similitud con la pintura. Primero hago un boceto, me explicaba, y después llega el cuadro, y lo mismo es en el toreo, el toro sale y hay que ir haciéndolo, probando su bravura en el caballo y las banderillas y finalmente el matador es el que lidia”.
"Para torear”, siguió, "los pitones tienen que estar mirándote la bragueta, no las hombreras y como el toro de hoy se cae, no hay lidia, no hay competencia entre los toreros y sólo se pegan pases. No hay competencia y la gente se aburre en los toros. La culpa, del ganadero. Antes la vaca facilona iba al matadero y la brava, la que tenía casta, era la que servía y hoy es al revés. Además, el que quería seguir toreando tenía que jugársela todas las tardes, pero ahora se impone lo del cambio de cromos y hay toreros que empiezan las temporadas con treinta o cuarenta corridas contratadas. Un amigo mío, que veía toros en todo el mundo, decía que antes el aficionado se levantaba de su asiento muchas veces en una tarde de toros y hoy se levanta para irse y así se acaban los toros. Es una pena que lo único que tenemos y que nos hace distintos se pierda. Tenemos que poner al toreo en su sitio y verás como la gente vuelve a la plaza. Antes con un ‘ja’ un toro embestía seis o siete veces y ahora tienes que citarlo seis o siete veces para que embista una”.
Sobre la forma de torear de Ostos, su esposa, la doctora Grajal, explicó: "No lo vi torear, cuando lo conocí ya estaba retirado pero su toreo era clásico, sevillano, toreaba muy bien de capa y con la muleta, y con la espada era el mejor. Aprendió de Rafael Ortega, el número uno, y después, Jaime. A eso hay que unir su valor y su pundonor. Clásico, valiente y gran matador de toros”.
Precisamente, sobre la suerte suprema Ostos contó que "hace poco le estuve enseñando a Morante cómo tiene que matar los toros. Lo primero, llevar la espada de verdad, nunca usé un estoque simulado, porque el toro es el que te pide el momento de entrarle a matar, eso de la suerte natural o contraria es el cuento de alfajor, y después lo que mata es el codo y la mano izquierda. Si no es así, de diez veces se pincha el toro nueve, mientras que como yo digo, de diez veces se mata nueve”.
También la doctora Grajal opinó sobre los continuos ataques a la Fiesta de los toros: "Yo creo que esto es temporal. Las prohibiciones no deben tener recorrido y ya se ha reabierto San Sebastián y Barcelona volverá a abrir. Yo fundé una peña taurina de mujeres en Madrid y cuando la gente conoce la Fiesta de verdad se aficiona”.
"En aquel congreso”, continuó, "hablé de las cornadas, pero no desde el punto de vista médico porque no he visto muchas en el quirófano, pero sí el del hombre que herido no tiene cara de miedo ni de dolor, lo que diferencia al torero del hombre de a pie, esa preparación física y psíquica para enfrentarse a la muerte”.
Al respecto, Ostos añadió: "ustedes no tenéis la psicología que tiene un torero, eso nos hace diferentes. Cuando llegaban las cinco de la tarde, yo echaba a todo el mundo de la habitación del hotel y ya no me acordaba ni de cómo me llamaba. Cuando llega el momento de vestirse de torero, te transformas por completo. Yo sólo pensaba en mi madre y con esa ilusión salía a la plaza. Lo de triunfar, ganar dinero y contratos lo llevamos todos”.
El miedo del torero
Y llegó el tema central de la noche: ¿pasaba miedo Jaime Ostos?. "Si hubiese tenido miedo”, afirmó el torero, "no hubiera toreado nunca. Es más, después de la cornada de Tarazona, el 17 de julio de 1963, en la que firmaron el acta de defunción, toreé más de 80 corridas de toros en España y más de 20 en América. Si yo hubiera pensado en la muerte no hubiera toreado más. Allí hubo un ángel salvador, Ángel Peralta, que animó a muchos aficionados a donarme su sangre. Me salvaron la vida a jeringazos. Yo llegué arriba, San Pedro me preguntó que cómo me llamaba y me mandó para abajo. Todo el mundo se preocupó por mi menos Franco, porque al día siguiente fui primera página en todos los periódicos y le fastidié el protagonismo de la festividad del 18 de julio (risas)”.
Al respecto, la doctora Grajal añadió que "en esas fases de salvar la vida, salvar la pierna y salvar al torero, Jaime fue un ejemplo. Llevó durante algún tiempo un zapato de plomo con mucho peso para fortalecer la pierna. Es un ejemplo de fuerza de voluntad, algo fuera de lo normal”.
"La suerte también cuenta, pero la vida está escrita desde que a uno lo paren y nadie sabe qué día te van a poner el pijama de madera”, añadió el maestro recordando los recientes percances de Julio Aparicio, Padilla o el fatal de El Yiyo, que fue a Colmenar sustituyendo a Romero… "El destino está escrito”, sentenció Ostos.
Sus comienzos como torero
"Yo estudiaba primero de bachiller en Écija y un día, camino del instituto, me avisaron de que Manolete estaba en el pueblo. Fui corriendo y al entrar en el hotel choqué con un hombre y casi lo tiro; era Manolete y aquello me impresionó. Compré una bicicleta a dita e íbamos a los pueblos y a Córdoba a verlo”.
"A mi madre”, prosiguió Jaime Ostos, "le quité una ropa de camilla de color rojo y me hice una muleta para torear en el campo, de donde muchas veces tuve que salir corriendo porque me perseguían los vaqueros. Mi padre no quería que fuera torero, tanto es así que el día que se lo dije me dio un guantazo. Me vine a Sevilla y aquí, no sin dificultades, me hice torero. Recuerdo que de novillero los aficionados decían que toreaba uno que tenía nombre de vino, Mosto, pero yo tuve la dicha de abrir la Puerta del Príncipe en mi presentación en la Maestranza y el día de mi despedida de Sevilla. Sevilla me lo ha dado todo”.
En relación a su rivalidad con las otras figuras de su época, en concreto Antonio Ordóñez, Ostos recordó que "éramos muy amigos pero en la plaza nos odiábamos. En Bilbao, Ordóñez me pegó con una oreja en la cara y al toro siguiente le corté el rabo y le pegué dos rabazos. Pero después en la calle tan amigos. Era cuestión de amor propio”.
El toreo en la actualidad
Jaime Ostos también aprovechó para analizar la actual situación del toreo. "En el toreo”, dijo, "la emoción la pone en primer lugar el toro y su entrega en el tercio de varas y después los toreros, rivalizando en los quites. Todos tenemos que cooperar en revitalizar la Fiesta. Ya va siendo hora de que le demos importancia a los toros. Yo fui muy amigo de Picasso y un día hablando de toros con él me dijo que el ballet más importante es el toreo y tiene mucha similitud con la pintura. Primero hago un boceto, me explicaba, y después llega el cuadro, y lo mismo es en el toreo, el toro sale y hay que ir haciéndolo, probando su bravura en el caballo y las banderillas y finalmente el matador es el que lidia”.
"Para torear”, siguió, "los pitones tienen que estar mirándote la bragueta, no las hombreras y como el toro de hoy se cae, no hay lidia, no hay competencia entre los toreros y sólo se pegan pases. No hay competencia y la gente se aburre en los toros. La culpa, del ganadero. Antes la vaca facilona iba al matadero y la brava, la que tenía casta, era la que servía y hoy es al revés. Además, el que quería seguir toreando tenía que jugársela todas las tardes, pero ahora se impone lo del cambio de cromos y hay toreros que empiezan las temporadas con treinta o cuarenta corridas contratadas. Un amigo mío, que veía toros en todo el mundo, decía que antes el aficionado se levantaba de su asiento muchas veces en una tarde de toros y hoy se levanta para irse y así se acaban los toros. Es una pena que lo único que tenemos y que nos hace distintos se pierda. Tenemos que poner al toreo en su sitio y verás como la gente vuelve a la plaza. Antes con un ‘ja’ un toro embestía seis o siete veces y ahora tienes que citarlo seis o siete veces para que embista una”.
Sobre la forma de torear de Ostos, su esposa, la doctora Grajal, explicó: "No lo vi torear, cuando lo conocí ya estaba retirado pero su toreo era clásico, sevillano, toreaba muy bien de capa y con la muleta, y con la espada era el mejor. Aprendió de Rafael Ortega, el número uno, y después, Jaime. A eso hay que unir su valor y su pundonor. Clásico, valiente y gran matador de toros”.
Precisamente, sobre la suerte suprema Ostos contó que "hace poco le estuve enseñando a Morante cómo tiene que matar los toros. Lo primero, llevar la espada de verdad, nunca usé un estoque simulado, porque el toro es el que te pide el momento de entrarle a matar, eso de la suerte natural o contraria es el cuento de alfajor, y después lo que mata es el codo y la mano izquierda. Si no es así, de diez veces se pincha el toro nueve, mientras que como yo digo, de diez veces se mata nueve”.
También la doctora Grajal opinó sobre los continuos ataques a la Fiesta de los toros: "Yo creo que esto es temporal. Las prohibiciones no deben tener recorrido y ya se ha reabierto San Sebastián y Barcelona volverá a abrir. Yo fundé una peña taurina de mujeres en Madrid y cuando la gente conoce la Fiesta de verdad se aficiona”.
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