VICENTE PARRA ROLDÁN
No ha sido muy amplia la nómina femenina actuante en
la plaza de La Merced y, tras treinta y tres temporadas de actividad, tan solo
dos mujeres han hecho el paseíllo en el coso choquero.
La primera fue la algabeña María Jiménez en un
festejo nocturno celebrado el 29 de junio de 1.985 en el que, con escasa
presencia de espectadores en los tendidos, se lidiaron reses de Clotilde López Domínguez
e hijos que, en general, fueron bravas y nobles permitiendo el lucimiento de
los actuantes.
Entre ellos estaba “La Algabeña”, como también se
anunciaba en los carteles. Y la torera se encontró con un excelente novillo,
bravo y noble, que la sevillana supo aprovechar, especialmente por el pitón
izquierdo, para construir un trasteo que fue muy ovacionado y jaleado por el
respetable. Pese a fallar con la espada, el público le concedió una oreja con
la que paseó el anillo entre grandes aclamaciones y la alegría de la matadora.
La segunda y última actuación fue la de la
rejoneadora francesa Natalhie y ocurrió en la tarde del 1 de agosto de 1.997,
un día en el que los aficionados al caballo salieron muy satisfechos de lo
vivido pues el rejoneo brilló con luz propia y los triunfos fueron legítimos
porque cada uno de los actuantes trató de hacer las cosas lo mejor posible para
que el público gozara con el espectáculo.
Se lidiaron novillos de Arucci, bien presentados,
mansos pero colaboradores con los montados. Javier Buendía, Fermín Bohórquez y
Pablo Hermoso de Mendoza cortaron dos orejas cada uno; Antonio Ignacio Vargas
fue silenciado y Paco Ojeda obtuvo un apéndice.
Por su parte, Natalhie, que sorprendió con su monta
y con la colocación de los harpones, tuvo una actuación muy completa pero que
le faltó el acierto a la hora de matar por lo que su triunfo tan solo se quedó
en una merecida oreja.
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