Carta de Enrique Ponce a su abuelo Leandro:
Mi abuelo es el punto de partida de mi vida como torero. Quien soy y lo que soy se lo debo a él; a su generosidad por darme todo su tiempo, a su entrega para enseñarme todo lo que sabía, a su apoyo incondicional en los comienzos y en el presente y a su exigencia por sacar de mí lo mejor que había, enseñándome además la mejor lección de la vida: que para cumplir mi sueño no debía olvidarme nunca de, ante todo, ser una buena persona.
Son miles los recuerdos que guardo en mi memoria con él y de él. Tantos viajes, tantas ilusiones, tantos sueños cumplidos y compartidos recordados en nuestro día a día actualmente con especial cariño y emoción por parte de los dos.
Mi abuelo me despertó a los sueños de la vida con el inmenso deseo de hacer realidad un sueño que vivía en su corazón para luego vivir en el mío y hacerlo realidad a través de mi persona pero con el corazón y la afición, siempre, de los dos.
¡Qué importante es la figura de un abuelo en la vida de un niño! ¡Cuánto podemos aprender de ellos! A mí, mi abuelo, me marcó el camino a seguir desde los seis años siendo el espejo donde mirarme y la fuente donde bebí y aprendí todo lo que sé.
Su concepto del toreo siempre fue puro y clásico ante todo. Conceptos que a mí me transmitió y que pienso se reflejan en mi toreo. Me enseñó además, y por lo cual le estoy enormemente agradecido, el respeto a la profesión, al torero y al toro. Son principios básicos que deben ser inculcados a todos los niños que empiezan a querer ser toreros. Una de las cosas más importantes que aprendí de él es que no es suficiente que deseemos los sueños, sino que además hay que trabajar y esforzarse mucho para lograr las metas. Otra de sus lecciones más importantes en mi persona ha sido el enseñarme que además de ser torero hay que parecerlo dentro y fuera de la plaza.
Dios quiera que cuando me toque a mí el maravilloso papel de ser abuelo pueda contagiarle a mi nieto la ilusión por la vida y el ejemplo de un ser humano tan excepcional como ha sido en toda su vida mi abuelo. Siento un enorme agradecimiento a Dios por haberle tenido en mi vida, por haber tenido el privilegio de ser nieto de un hombre tan extraordinario como él.
Gracias abuelo. Por ti soy torero, gracias a ti he conocido la felicidad de ser torero y la satisfacción que me ha proporcionado poder hacerte sentir orgulloso de lo que los dos hemos conseguido juntos. Porque yo soy obra tuya, obra de tu sentir, de tu amor al toreo, de la grandeza y profundidad de tu corazón.
Gracias abuelo, porque soy nieto de un sueño, de tu sueño, de nuestro sueño
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