Sólo el estricto criterio de la
presidenta del festejo ha evitado que en la Maestranza se concedieran hoy al
menos un par de orejas, que han sido las que pidió para Padilla y El Fandi un
público amable y muy distante de la tradicional afición que siempre marcó la
pauta en esta plaza.
En puridad, ambos debieron
pasear los trofeos, a tenor de la petición mayoritaria del tendido, pero no así
por la calidad de unos trasteos que han estado por debajo de las excelentes
condiciones de los toros de Jandilla que les correspondieron.
Por ejemplo, el precioso
ejemplar que Juan José Padilla ha lidiado en cuarto lugar no ha parado de
galopar y de acudir con presteza a los engaños desde que el jerezano lo saludó
con una larga cambiada de rodillas a portagayola y otras tres más en el tercio.
Así se ha mantenido, sin
cambios notables, el de Jandilla en la faena de muleta que su matador ha
abierto también de rodillas y que ha consistido en una larga sucesión de
muletazos tan correctos como anodinos, sin paladear su clara nobleza y sin
provocar ni un solo olé en el tendido.
Pero si ha habido alguna
respuesta del público en esos últimos diez minutos del trasteo ha sido para
pedir a Padilla, con larga amabilidad, esa oreja que la presidenta ha acabado
negando.
El quinto, ha sido otro toro
tan fino como serio que también ha roto a embestir desde su salida, descolgando
su cuello con clase y entrega al capote de El Fandi.
En tarde de abundantes
"rodillazos", el granadino ha abierto de hinojos su trabajo en el
último tercio, con un cite desde los medios al que el bravo acudió con presteza
y entrega, por mucho que, por un error al fijarlo en el engaño, se le colara al
torero en el primer pase y le infiriera un puntazo menos grave sobre la
rodilla.
Aunque dolorido, se mantuvo El
Fandi en la arena, consciente de la evidente calidad de la embestida de
"Ilusión", que ese era el nombre de un bravo que tomaba siempre la
tela humillado y entregado, pidiendo más mando y temple para desplegar y
repetir su profunda acometida.
El torero de Granada ha
intentado hacerlo así, sólo que lo ha conseguido en muchas menos ocasiones y
pases largos y templados -tal o cual natural, algunos buenos ayudados por
bajo...- que los que pedía y merecía el animal, en una obra discontinua en la
que no ha llegado a apurarlo y ha dejado en evidencia sus carencias artísticas.
Antes de que salieran estos dos
toros estrella de la corrida, tanto Padilla como Fandi lidiaron unos primeros
de lote también noble y manejable, aunque de menor calidad, con los que se extendieron
en trabajos más dados al populismo que a la sinceridad.
Y es que, en principio, la
corrida de hoy iba de eso, con tres matadores-banderilleros que se dieron a
clavar palos a los seis toros, compartiendo tercio o de forma individual, y
asimismo de forma más aparente que sincera u ortodoxa, con demasiados pares
despegados o colocados a cabeza pasada, incluso dejando caer al suelo varias
banderillas.
Lo mismo se puede decir de los
tercios de quites, en los que se han visto más capotes volanderos y ligeros que
templados y lacios, en suertes espectaculares y bulliciosas que complacieron a
la gente metida en fiesta.
En ese contexto, Manuel
Escribano ha tenido la desdicha de sortear los dos únicos toros de Jandilla sin
posibilidades de triunfo, porque ambos, a los que recibió en la puerta de
chiqueros, se apagaron o se dieron a defenderse demasiado pronto ante su
muleta.
Al final del festejo sale uno
de la plaza pensando que no es el único ni con criterio ni con sentido común.
Por David Máquez Ramos
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