Vicente
Parra Roldán
El
salto de un espontáneo era algo habitual en épocas pasadas y, en muchas
ocasiones, pasaba prácticamente desapercibido para el gran público. Pero hoy
nos vamos a hacer eco de uno que tuvo mucha trascendencia y que sucedió hace
sesenta años en la plaza de Las Ventas de Madrid durante una corrida de toros
en la que se lidiaban reses de Escudero Hermanos (los actuales Vitorinos) por
parte de Juan Antonio Romero, que confirmaba la alternativa, Pablo Lozano y el
mejicano Antonio del Olivar y que se celebró el 26 de abril de 1.957.
En el
quinto, llamado “Consejero” y marcado con el número 47, se lanzó al ruedo un
espontáneo que sufrió una cogida tan espectacular y tan peligrosa que dio las
sensación de que saldría muerto de las astas del bicho. Ante la sorpresa
general, pasó por su propio pie a la enfermería y allí, también ante la
sorpresa de todos los médicos, se comprobó que tan solo tenía contusiones y
erosiones siendo calificado su estado de pronóstico reservado.
Al
espontáneo no le dio tiempo de mostrar sus cualidades taurinas porque
rápidamente fue empitonado por el toro que le condujo hasta los bajos de la
barrera donde, por fin, los subalternos pudieron hacerse con el animal mientras
el joven pasaba al callejón donde era entregado a las fuerzas del Orden Público
que le condujeron a la enfermería.
El
joven espontáneo contaba en aquellas fechas con 19 años de edad y se llama,
porque afortunadamente aún vive, Manuel Benítez Pérez y es más conocido con el
apodo de “El Cordobés”. Poco tiempo después, el espontáneo llegaría a conseguir
la gloria en el toreo.
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