Vicente Parra Roldán
De las distintas actuaciones
que tuvo Sebastián Palomo Linares en nuestra capital, vamos a fijarnos en dos
tardes, la del 19 de marzo de 1.966, fecha de su presentación en la vieja plaza
de toros, y en la del 3 de agosto de 1.968, día en el que abrió por primera vez
en su historia la puerta grande de la Plaza Monumental.
Como novillero, Palomo Linares
llegó a Huelva en los inicios de su carrera pues había debutado con caballos a
primeros de año y el día de San José, que por entonces era festivo, actuó en
Huelva, toreando junto a José María Sussoni y Pablo Gómez Terrón, lidiando un
encierro de Eloy Jiménez Trujillo, una novillada terciada y bien armada que fue
bien al engaño por lo que fueron aplaudidos.
José María Sussoni no tuvo su
tarde y se quitó de encima con rapidez a sus dos oponentes. Pablo Gómez Terrón,
el triunfador de la tarde, paseó el anillo en su primero y cortó las dos orejas
en el quinto.
Por su parte, Sebastián Palomo
Linares dominó a su primero, doblándose con coraje y con conocimiento para
seguir con series con ambas manos que no llegaron a los tendidos por lo que al
matar de una buena estocada, y tras no serle concedida la oreja solicitada, dio
la vuelta al anillo. En el que cerró plaza, veroniqueó con temple y compostura,
luciéndose en un quite por gaoneras. Con la muleta toreó bien al natural y
compuso la figura en unos redondos con juego armonioso de muñeca pero no
terminó de coronar la faena porque dejó al novillo que fuera de derrote en
derrote. No estuvo afortunado a la hora de matar y se le aplaudió, quedando el
público con ganas de volver a verle.
La otra tarde a comentar fue la
del segundo festejo de la nueva Plaza Monumental en el que actuó junto a Litri,
que cortó dos orejas, y a Paco Camino, que obtuvo tres apéndices. Palomo, de
rosa y plata, no se confió con el capote y, posteriormente, el animal dejó una
pirueta espectacular. Comenzó la faena de muleta sentado en el estribo para
seguir por redondos, naturales en dos series, siendo mejor la segunda, cerrando
la actuación con afarolados, circulares y adornos que calentaron el ambiente.
Dejó un pinchazo y necesitó de hasta diez golpes de descabello por lo que la
insistente petición de trofeos quedó reducida a una oreja concedida con mucha
alegría. En el que cerró plaza, Palomo Linares realizó un elegante capoteado
con cuatro verónicas. Comenzó la faena de muleta con soltura pero a distancia
hasta que, aprovechando la nobleza del toro, giró maravillosamente en los
redondos y en los naturales, siendo dos de ellos de asombrosa cadencia. Se
adornó tirando la muleta y quedándose con el estoque en la mano y agarrando un
pitón, accionó con él como si se tratase de un violín. Con el delirio en los
tendidos, culminó su actuación con un estoconazo que le valió las dos orejas y
el rabo, con la salida a hombros, siendo la primera que se producía en el
recién inaugurado coso.
Posteriormente, Sebastián
Palomo Linares actuaría ininterrumpidamente en las Fiestas Colombinas desde el
año 1.970 a 1.981, fecha de su despedida de la afición onubense.
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