domingo, 10 de julio de 2016

A TÍ... TE LO DIGO, SÍ, A TÍ...

Por David Márquez Ramos

A ti, tú que te llamas antitaurino y nunca has tenido el menor contacto con un toro. A ti, que dices que defiendes a un animal del que sólo te acuerdas cuando toca ir de manifestación... A ti, que para atacar lo que consideras un espectáculo desagradable sólo se te ocurre desnudarte y cubrirte de tomate...

A ti... te lo digo, sí, a ti, desde el respeto que los que nos denominamos aficionados practicamos hacia vosotros... Siéntate un día con un torero, habla con él, escúchale... Y ni de ese modo podrás llegar a sentir lo que un hombre siente cuando de sus muñecas se dibujan naturales en forma de poesía, llegando a lo más profundo del alma. Ni así podrás sentir jamás, lo que un día sintió Víctor Barrio.

Déjale que te cuente como cuando todavía era un niño dejó aparcados los juguetes y decidió empezar a jugarse la vida... Pregúntale porqué prefirió olvidar su juventud para sacrificarse por un sueño, uno que sabía de antemano sería prácticamente imposible de alcanzar. Intenta comprender lo que significa olvidarte de todo... hasta de ti mismo, pensando, viviendo y soñando con ese animal que tú tanto defiendes... Imagínate alejado de tu familia, de tus amigos, de tu tierra y de tu gente. Y una tarde de invierno, abrígate y vete al campo con él, mira cómo nace ese animal al que tanta devoción le profesas y observa cómo te embiste cuando todavía no tiene fuerzas para ponerse en pie... Ni así podrás sentir jamás, lo que un día sintió Víctor Barrio.


Pasa tardes, meses y años pensando en él al levantarte y soñando con él cuando llegue el final del día... Pierde mujeres, amigo y familia que nunca llegaron a entender que lo antepusieras sobre todo, que te quisieron con locura pero que no pudieron soportar tus ausencias, que lo intentaron por todos los medios, pero que nunca llegaron a entender esa obsesión que les dejaba siempre en un segundo plano y te convirtió en un ser siempre pensativo y solitario... Ni así podrás sentir jamás lo que un día sintió Víctor Barrio.

Más tarde, dile al torero que te lleve unos días a su retiro invernal en el campo y pídele que te presente a un ganadero. Te acogerá sin pensarlo en su casa y te contará la verdad de la vida del toro, es el único que te puede explicar cómo viven, como luchan entre ellos, como se afanan por ser los mejores en ese albero que para ti es un matadero. Probablemente entre los dos te aburrirán de historias de tentaderos, de tardes de gloria y de noches de decepción porque las cosas no salieron como esperaban. Cuando llegue el amanecer ellos seguirán contándote anécdotas cuyo único protagonista será siempre el mismo. Lo que más aman “El toro”. Y aun así jamás podrás sentir lo que un día sintió Víctor Barrio.

Si después de todo esto todavía tienes fuerza, sal al campo ponte cara a cara con un toro, frente a él, a pecho descubierto, mírale a los ojos e intenta adivinar qué es lo que piensa hacer... Imagínate sólo por un momento el dolor de una cornada... Jamás podrás entender el dolor de la muerte.

Estate dispuesto, convencido y mentalizado de dejarte matar... Después vuelve a tu casa y si  te queda algo de sentido común en esa cosa que tienes encima de los hombros, piensa que mientras estés desgañitándote en esa manifestación o insultando escondiendo tu identidad bajo pseudónimos absurdos, mientras te revuelvas en tu misma mierda de odio hacia el prójimo, habrá un chaval haciendo autostop para ir a un tentadero, con la ilusión de que un día pueda honrar la muerte de un torero, con su propia sangre.

A vosotros los que defendéis al toro bravo sólo me queda deciros, que jamás defenderéis a este bello animal, como un día lo defendió Víctor Barrio dando su vida por su grandeza.


Descanse en Paz. Un torero

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