El señor Curro Puya por Antonio
Burgos.
Sevilla muere todos los días un poco, cada vez
que pegan una puñalá contra su esencia y se olvidan del teorema que ha
formulado el profesor Antonio Miguel Bernal: "El gran negocio de Sevilla
es Sevilla". Parece un pleonasmo, pero es una verdad como un templo. Eso,
como se dice en Triana, "es el Evangelio". El Evangelio según San
Juan. De la Palma. Y si Sevilla muere un poco todos los días, Triana, ni te
cuento. Ayer de madrugada se murió un trozo de Triana. A Triana se le murió un
torero. Uno de estos toreros de los que dije que hasta en su casa, con el
pijama puesto y con pantuflas de paño, andando por el pasillo camino del cuarto
de baño, se les nota que son toreros.
El torero que ayer se le murió
a Triana, que ayer se le fue a Sevilla y a su Escuela de Tauromaquia, se
llamaba Francisco Moreno Vega. Le decían, como a su tío, Curro Puya. Su madre
era hermana de Gitanillo de Triana, de Francisco Vega de los Reyes. De Triana.
Me ha deslumbrado siempre el orgullo de los artistas de Triana por añadir a su
nombre, como apellido, el del barrio. Le pasa a Triana como al Cádiz de Pericón
de Cádiz, de Beni de Cádiz, de La Perla de Cádiz, del Flecha de Cádiz. Nuestros
artistas llevaron a Triana como una bandera por el mundo, alzando pendones del
Arrabal y Guarda: Gitanillo de Triana, Naranjito de Triana, Gracia de Triana,
Imperio de Triana, Marifé de Triana, Juan de Triana, Torerito de Triana. Hasta
el que iba de banderillero con Colón a hacer la temporada americana: Rodrigo de
Triana. Curro Puya pudo ponerse Curro de Triana como nombre torero. Daba igual.
Se veía que era Triana pura el señor Curro Puya.
Y que conste que no he escrito
"señor Curro Puya" a la manera de los gitanos, con el tratado de
urbanidad calé de La Cava, sino a la castellana, en más blanco que un olivo.
Curro Puya era un señor. No hace falta llegar a figura del toreo para ser en el
toro un señor, y Curro lo era. No he visto más delicadeza, más refinamiento en
su perfil como lorquiano, de bronce y moneda. Y esa cintura de torerillo
aficionado, de salón con el capote de sus alumnos en la Escuela hasta el último
día. Hasta se acordaba de mí cuando toreaba en Francia y me traía de estraperlo
en el cochecuadrillas los cartones de "Gauloises" sin filtro que yo
fumaba. Cada vez que me lo encontraba por la calle en Sevilla le decía a este
señor de Triana:
-- Torero, ¡qué buena planta
conservas, y qué delgado! Vamos, que estás para debutar otra vez con caballos
el domingo.
Yo lo vi debutar con caballos
en Sevilla, con El Pío y Jaime Bravo, y triunfar entre aquella novillería
andante: Antonio Cobas, Ruperto de los Reyes, El Coriano... A hombros lo
llevaron una tarde hasta Triana. Tengo ahora en el recuerdo la memoria de su
capote, como tengo el de Antonio Gallardo, el que se casó con Lola Ortega la
anticuaria. ¡Cómo toreaba con el capote Curro Puya! En la inauguración del
Museo Taurino de Antequera vi una foto de Curro Puya con el capote, espatarrao,
embraguetao, con la barbilla hincada en el esternón. Yo me creía que era este
Curro Puya nuestro, el que se nos murió ayer. Pero era su tío. Daba igual. En
su capote estaba la Cava de los Gitanos, y la calle Pelay Correa, y estaba la
fragua de su abuelo, y estaba el toreo de salón en la Venta Pilín con otra
escultura de Montañés: Salomón Vargas.
Pero un novillo del Conde de la
Corte le pegó un Madrid un cornalón que le rompió la femoral y su carrera como
matador de toros. Curro nunca llegó a tomar la alternativa, pero se supo ganar
la vida como banderillero. Un señor con señores del toreo: con Rafael Ortega,
Antonio Ordóñez, Curro Romero. Ahora, cuando el tiempo le ha pegado a Curro
Puya la cornada definitiva y le ha roto a Triana le femoral del dolor, abro la
vieja antología de Gerardo Diego en la colección Austral y recito, torero señor
Curro Puya, en tu memoria y homenaje los versos de "Torerillo en
Triana": "Adiós, torero nuevo,/Triana y Sevilla".
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