viernes, 21 de junio de 2013

Encastes, MIURA. El toro bravo.


ENCASTE DE MIURA

En sus más de ciento cincuenta años de existencia, la ganadería de Miura ha sido capaz de producir un toro con unas características morfológicas y de comportamiento muy definidas y fijadas. Probablemente, de todos los prototipos antiguos de la raza de lidia que aún subsisten, el de Miura es el que conserva mayor afinidad con sus orígenes y el que menos variaciones ha sufrido.


Desde el siglo XIX los toros de Miura han presentado siempre un sello propio, que les ha hecho inconfundibles. Su gran tamaño corporal les convierte en el único prototipo de la raza que puede clasificarse como longilíneo. Esta condición se fundamenta en una estructura física muy peculiar, heredada de su predominante origen Cabrera.

Según los tratados y las crónicas de la época, los ejemplares oriundos de esta Casta Fundacional ya eran típicamente grandes, cornalones, largos y agalgados, características que siguen marcando el sello diferencial propio de los actuales ‘miuras".

Efectivamente, los vacunos de este hierro tienen una gran altura a la cruz y una considerable longitud corporal de cabeza a rabo. Además, están provistos de extremidades largas y su vientre es bastante recogido, aspectos que en conjunto Les confieren su característico tipo galgueño.


A pesar de su amplitud corporal, mucho mayor que la de cualquier otro ejemplar de la raza, los toros de Miura no tienen una buena conformación desde el punto de vista de su rendimiento cárnico. Son más bien angulosos y con poco desarrollo de las masas musculares, lo cual no es inconveniente para que rebasen con facilidad los 600 kilos de peso en vivo.

Este considerable tonelaje, su gran tamaño y desarrolladas defensas, junto con la leyenda de terror que acompaña a la ganadería, han intimidado mucho a los toreros a lo largo de la historia, aunque ahora un peso tan elevado ya no impresiona ni a los aficionados, ni a los propios diestros, al haberse convertido en bastante frecuente.

En cualquier caso conviene señalar que el gran desarrollo de su esqueleto es el único responsable de que los "miuras" alcancen pesos tan elevados habitualmente, ya que no suelen lidiarse excesivamente gordos. Incluso en muchas ocasiones su aspecto más "vareado" hace que parezcan flacos, escurridos de grupa y con los ijares marcados.

Independientemente de estos aspectos, toda la morfología de los ejemplares de este encaste resulta tan peculiar como llamativa.
Su cabeza es alargada, lavada, un poco avacada en ocasiones y de perfil subcóncavo. La frente y el morro son anchos y los ojos tienen tamaño grande y una especial viveza en la mirada, que les confiere un aspecto fiero muy característico, semejante al de los toros antiguos y totalmente distinto al de los actuales vacunos de lidia.

Las encornaduras alcanzan un grado de desarrollo bastante considerable, abundando los ejemplares corralones. Los cuernos suelen ser gruesos en la mazorca y tienen una característica inserción por detrás de la línea de prolongación de la nuca en el hueso frontal (cornitraseros). En general no suelen ser muy astifinos, más bien al contrario, aunque en cada camada se dan ejemplares que sí lo son.

La coloración de las astas es variada, abundando los astisucios y astinegros, así como los que tienen cuernos acaramelados, que se corresponden con capas coloradas y salineras.

En cuanto a la dirección de las astas predominan los ejemplares bien armados y los corniveletos, capachos y corniabiertos. También se dan algunos conidelanteros o ligeramente abrochados de cuerna, y más raramente cornivueltos e incluso playeros. No son frecuentes los gachos.

El crecimiento de las encornaduras se evidencia sobre todo durante el tercer y cuarto año de vida del animal, fases en las que se dispara su desarrollo y define su dirección. Antes, mientras son erales, acusan un considerable retraso con respecto a los vacunos de las restantes ganaderías y tienen un característico aspecto abecerrado. En esa etapa son muy "paletos" de cuerna, es decir, las astas les crecen completamente hacia fuera ensanchado la cuna de lo que a partir del tercer año suele ser una armadura bastante respetable.

Las peculiaridades morfológicas de lo "Miuras" se aprecian también en el cuello, que es muy largo, musculado, flexible, ágil, y presenta un morrillo amplio, pero no muy prominente por lo general. La papada alcanza un grado de desarrollo discreto, lo que contribuye a estilizar el conjunto de las reses.

A pesar de su longitud, la línea dorso-lumbar suele ser bastante recta, los costillares muy anchos y los lomos igualmente amplios, mientras que el vientre es característicamente recogido (vientre de galgo).

Las extremidades son finas y muy largas llegando a ser zancudos. Las posteriores descienden muy rectas en todo su trayecto, de forma que los corvejones apenas sobresalen sobre la línea del aplomo, característica ésta que apenas se da en otros encastes. La cola es igualmente fina, larga y con el borlón bastante poblado.


COMPORTAMIENTO 



El toro de Miura pasa por ser el más terrorífico de toda la historia del toreo, aún ahora que ha modificado su comportamiento en relación con el que exhibía a finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX.

Todavía en la actualidad y a pesar de los cambios introducidos en su selección, los "miuras" siguen manteniéndose fieles a su historia y comportándose con frecuencia en el ruedo de forma distinta a la de los restantes toros.

De salida suelen mostrarse abantos, tardan en fijarse en los engaños y les puede faltar un poco de entrega en general.
En el tercio de varas caben todas las posibilidades, que van desde la bravura ejemplar, galopando y recargando, creciéndose al castigo y propiciando un magnífico espectáculo, hasta la mansedumbre declarada, huyendo al sentir el hierro y presentando dificultades a los lidiadores hasta para ponerlos en suerte.

A partir del primer tercio el ejemplar puede cambiar considerablemente. Hay veces que los que han manseado o simplemente han cumplido ~n varas empiezan a ahormarse y mejorar paulatinamente, y otras en las que declaradamente van a peor.
Incluso los buenos crean complicaciones a los banderilleros en los últimos pares, arrebatándoles con facilidad los palos en el momento del embroque, gracias a su elevada alzada y a su agilidad de cuello, o se frenan e incluso cortan el viaje y corrigen la trayectoria en la misma arrancada.

El segundo tercio es una excelente piedra de toque para saber por donde puede decantarse el toro en la faena de muleta y por eso es conveniente analizar cuidadosamente sus reacciones. Cuando galopan con franquía es posible que acaben entregándose en la muleta, dando salida a su nobleza. Por el contrario aquellos otros que ya plantearon dificultades en el capote y que cada vez piensan más lo que van a hacer a continuación, desparraman la vista y se enteran de todo lo que sucede a su alrededor, pueden ser muy complicados para el diestro.

A la faena de muleta llegan muchos "miuras" sin definirse y por ello su juego dependerá en gran medida de la facultad lidiadora de cada matador, que debe ser capaz de someterlos sin dejar que se desengañen, para sacarles el máximo partido posible en muy pocos muletazos porque, salvo excepciones, suelen tener poca duración en el último tercio y aprenden rápidamente.

Por el contrario, aquellos que son bravos y que embisten con mayor entrega a la muleta, repiten las embestidas, tienen fijeza y posibilitan triunfos importantes, pero eso sí, necesitan siempre de toreros con depurada técnica y mucha decisión para desarrollar sus buenas cualidades, ya que son toros que no permiten equivocaciones.

Siempre es necesario perderles pasos, cruzarse mucho al pitón contrario y tener la serenidad suficiente para esperarlos hasta que meten la cara en la muleta. Una vez ahí el diestro debe hacer gala de su temple, llevando el engaño muy cerca de los pitones, sin dejar que la enganchen para que no se descomponga la embestida y empiecen a puntear o a defenderse. Igualmente deben tener especial cuidado de no dar "adelantones" con la muleta, ya que si existe demasiada distancia entre esta y los pitones, el astado puede ver al torero y desarrollar sentido con rapidez. Nunca debe olvidarse que se trata de toros muy cambiantes y, dada su facilidad para aprender, generalmente los cambios suelen ser a peor, por muy buenos que hayan sido antes.

Los restantes, aquellos que evidencian peligro durante toda su lidia, solo permiten una faena a la defensiva. El hecho de que sean animales rápidos y ágiles de movimientos, pese a su gran tamaño y peso elevado, les permite cazar al torero si éste se descuida, duda, o no acierta a darles la lidia que precisan. En estos casos, los especialistas recomiendan llevarlos muy tapados en la muleta y no dejarles pensar. Buscarles la igualada e intentar acertar con el acero a la primera porque en caso contrario se ponen mucho más difíciles aún, levantando la cabeza y cerrando el paso al diestro. La única ventaja de estos "miuras" es que no equivocan, su peligro es evidente y por eso el aficionado no exige al torero lo que no se puede hacer.

Mansos o bravos, difíciles o manejables y hasta de excelente nobleza, el aficionado sabe aceptar la variedad típica de la ganadería y sus múltiples peculiaridades incluso cuando imperan los aspectos negativos. Los únicos defectos que no admiten nunca en el ganado "miureño" son las deficiencias en la presentación de las reses y la flojedad que han podido manifestar en algunas ocasiones. Estos son sus factores negativos, los únicos que pueden dañar su consolidado prestigio y poner en peligro la leyenda viva que constituyen.

En el campo, los "miuras" son ejemplares de manejo complicado, agresivo y muy propenso a las peleas, que se saldan con numerosas bajas conforme llegan a la edad adulta. Los toros de saca precisan de grandes extensiones de terreno en las que se desenvuelven en solitario o formando pequeños grupos.

Por el contrario sus hermanos menores se muestran mucho más gregarios y sociales, aunque esta tendencia va disminuyendo con la edad. Cuando son añojos, prácticamente forman un único grupo. De erales se empiezan a dividir en varios, que se fragmentan en otros cuando llegan a utreros, y ya de cuatreños son cada vez más individualistas y se hermanan muy poco con los demás toros.

Solo un perfecto conocimiento de sus reacciones y querencias posibilita el manejo, aunque este nunca es fácil, como tampoco lo fue nunca en esta ganadería con anterioridad.

Al igual que los machos, las vacas de Miura son extraordinariamente rústicas y muy adaptadas al terreno donde se desenvuelven. Uno de los rasgos más llamativos de su comportamiento en el campo es su gran curiosidad por todo lo que les resulta nuevo en el entorno. Así, les gusta aproximarse para observar los vehículos o cualquier otro objeto ajeno a su hábitat natural.

También tienen muy desarrollado su instinto maternal y mientras pastan están en todo momento pendientes del lugar donde tienen encamada su cría y se separan poco de allí. Este comportamiento se evidencia principalmente durante las primeras semanas de vida de los terneros, que gozan de mayor autonomía durante los meses siguientes, aunque sus madres nunca les pierden de vista mucho tiempo.

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